viernes, 3 de diciembre de 2010

Sara Wells


Sara Wells era una mujer pequeña, de ojos azules, mejillas sonrosadas y cara muy seria e inocente. Sara Wells era muy monárquica, y en la autobiografía de su famoso hijo, este parece atribuirlo, aunque sin decirlo claramente, a la educación que recibió en la escuela femenina de Miss Riley cuando Sara era adolescente. Wells deduce, por lo que oyó decir a su madre cuando era joven, que en dicha escuela se veneraba a la recién llegada al trono Victoria I del Reino Unido. Esta soberana asumió el trono el 20 de junio de 1837 y Sara nació en 1822, o sea, que en dicho año Sara cumplió los 15. Cuando Sara era adolescente los negocios todavía le funcionaban bien a su padre. Seguramente sus padres pensaban que su hija debía dedicar su vida a ser doncella, una buena ocupación para la hija de un mesonero. Con este objetivo la mandaron a esta escuela.

El feminismo de muchas mujeres de clase media de aquella época era bastante inocente y nada reivindicativo. El sufragio femenino todavía no existía pero tampoco existía el movimiento sufragista. No fue hasta varias décadas después cuando apareció. Cuando Victoria del Reino Unido llegó al trono, se desató un movimiento masculino en su contra. Esto provocó una reacción de parte de las mujeres a favor de la reina. De la lectura atenta del capítulo segundo de Experimento de Autobiografía de Wells no podemos deducir si su madre hubiese sido tan monárquica de ser rey el monarca, pero si sabemos que su madre sentía una devoción casi religiosa por la reina del Reino Unido, su reina. Sabemos por su hijo que leía "Las reinas de Inglaterra", por Mrs. Strickland, y seguramente es el libro de Agnes Strickland, "Vidas de las Reinas de Inglaterra", 12 volúmenes escritos entre 1840 y 1848. Por lo que narró su hijo, Sara, al contrario de su marido, no leía prácticamente nada, por lo que este quizás fuese el único libro que leyese.

"La Reina era la personalidad compensadora de mi madre". Ambas eran bajitas y rechonchas, y Victoria como soberana, era indudable que era la reina de su propio esposo. Esto debía gustarle a Sara, ya que el suyo no estaba nunca en casa.

Bromley estaba muy cerca de Chislehurst, en el camino entre Londres y Windsor, donde la familia real tenía (y tiene) un castillo con el mismo nombre. Cuando Sara se enteraba que la familia iba entre Windsor y Buckingham o viceversa, dejaba sus tareas cotidianas y arrastraba al menor de sus hijos a ver el cortejo real. Esto le molestó a Bertie; el pequeño sentía "un odio celoso" de la familia real. De mayor era antimonárquico y republicano por lo que no es difícil suponer de donde nació esa idea política en su cabeza.

Sara también era muy religiosa. Perteneciente a la Iglesia Anglicana, acudía todos los domingos a la Iglesia, a la cual arrastraba a sus tres hijos cuando eran pequeños, pero rara vez lo conseguía con su marido, que en nada era religioso. Un motivo más de discordia marital. Sara confiaba en Dios, "en cuya bondad natural tenía mi madre gran confianza". Desconocía al Espíritu Santo y a la Virgen María. Debajo de Dios estaba, según el orden social imperante, su querida Reina, "gobernando por derecho divino" y más abajo en la escala social, la nobleza y la clase media que dirigían al resto de los mortales. La madre de Wells era buena (o quizás simple) por naturaleza. Creía en el demonio y en el infierno porque sencillamente la Iglesia Anglicana dictaba que había que creer en ambos, pero al mismo tiempo esperaba que no hubiese nunca nadie en este último. Curiosamente la teología protestante suprimió años después el mismo infierno al el que Sara le costaba y disgustaba creer. Creía que los ángeles cuidaban de ella y de su familia y que Él escuchaba sus oraciones. HG Wells fue contrario a la religión.

Sus expresiones verbales y patrones de conducta eran anticuados y educados a la vez, propios de una doncella del siglo XVII para lo que había sido educada. Antes de conocer a José Wells tuvo un par de enamoramientos románticos. En su diario habla de un hombre falso y perverso, exclama que no podrá creer más en los hombres y que ha quemado todas sus cartas. Por último, en su bondad simplona espera que Dios le haya perdonado. Poco después conoció a José Wells, cinco años más joven que ella, al que llama Joe. Él le llama a ella "Saddie".

Aportado por Compinchados.

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