lunes, 3 de enero de 2011

HG Wells y el infierno

Sara Wells fue muy beata durante toda su vida, pero en los últimos años en la Casa del Atlas su fe empezó a tambalear. Tantos años pidiéndole a Nuestro Señor que le concediese algunos de los simples deseos que le pedía y ninguno le fue concedido, que su sencilla e ingenua fe empezó a tambalear. Empezó una relación un poco extraña entre la madre y su hijo menor en torno a la religión. Ella quería que él creyese para reforzar su decaída fe, y cuanto más insistía ella en este punto, más inconformista se volvía él con respecto a este punto. Como dice Wells en su Experimento en Autobiografía:

Su fe ingenua se resquebrajó entonces y la realidad se desbordó. Yo sólo me di cuenta de la forma y las frases de su desencanto. No creo que admitiese jamás, que reconociese convenientemente, que no había consuelo para ella bajo los cielos. Nuestro Señor estaba sordo, ni en sueños le respondía, y su subconsciencia se daba cuenta de las terribles implicaciones de este silencio. Pero luchó denodadamente contra este descubrimiento aniquilador. Siguió repitiendo las viejas frases de su fe, con más ansiedad tal vez. Quería que yo creyese para detener esa resaca de duda.


Pero el único sentimiento de Wells hacia la religión fue un desmesurado miedo al infierno. Le asustaba y esto hacía, al menos durante unos años, que se portase mejor. De pequeño funcionó durante unos años. Wells fue un niño gritón, peleón y sus dos hermanos mayores una vez le obligaron a tranquilizarse tapando su rostro con una almohada hasta casi ahogarlo (al menos eso escribió él). La amenaza del infierno solo duró poco tiempo, y Herbie se volvió un descreído.

Aportado por Compinchados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario