lunes, 12 de diciembre de 2016

Leó Szilárd y HG Wells

¿Puede un escritor influir en la vida de algunas personas hasta el punto de cambiar su vida? ¿Puede un escritor cambiar el curso de la historia de la Humanidad? ¿Piensas que los nazis pudieron ganar la Segunda Guerra Mundial si hubieran inventado la bomba atómica antes que los norteamericanos? Si te dijera que en todo esto tuvo algo que ver HG Wells, ¿me creerías? Probablemente no.
Cuando empecé a interesarme por la vida y obra de HG Wells, tras varios años de investigar cualquier rastro de él en internet, un día hace como unos tres o cuatro años me topé con un hombre, un científico casi desconocido por el gran público (y por mí hasta entonces). Su nombre en español y en húngaro es Leó Szilárd, y en inglés Leo Szilard, por aquello que a los británicos odian los acentos.
Su nombres es poco conocido, quizá por ser húngaro y judío. Su nombre aparece en la web de la Universidad de Gotinga, una de las más importantes de Alemania y de Europa, con 24.000 estudiantes, 2.500 profesores y 8.000 técnicos que trabajan en la administración.
En la página web de Leo en wikipedia se dice que conoció la idea de las bombas atómicas por un libro de HG Wells, The World Set Free.
Abandonó la religión de sus padres y se convirtió en ateo. Gracias a una enfermedad, la mal llamada Gripe Española, probablemente salvó su vida pues su regimiento fue casi totalmente aniquilado en la Primera Guerra Mundial. Tuvo la suerte de no morir por la enfermedad, pues mucha gente murió por ella. En enero de 1919 reanudó sus estudios de ingeniería en Budapest. Le tocó vivir bajo la República Soviética de Hungría, un régimen prosoviético. En aquellos tiempos Szilárd era socialista, pero no prosoviético. Junto a su hermano Béla fundó la Asociación Húngara de Estudiantes Socialistas convencido de que un socialismo no soviético era la solución para un país paralizado por una grave crisis económica y política.
Convencido de que no había futuro en su país para él, emigró a Alemania el 25 de diciembre de 1919. Se aburrió de la ingeniería (al parecer nunca acabó sus estudios) y se matriculó en física. Recibió clases de Albert Einstein, Max Planck y varios profesores más muy conocidos pero de los que nunca oí hablar. Participó o creó numerosos inventos como el microscopio electrónico, que fue idea suya. Recibió la ciudadania alemana en 1930, pero en 1933, cuando el 30 de enero Adolfo Hitler se convirtió en canciller alemán, urgió a sus familiares y a sus amigos judíos a abandonar el país, como él mismo hizo. Primero se mudó al Reino Unido, donde transfirió su fortuna de 1.595 libras. Vivió modestamente en hoteles donde el hospedaje y la alimentación semanal le costaba 5 libras semanales.
En 1932 se construyó un acelerador de partículas y bombardearon átomos de litio con protones, lo cual produjo la emisión de partículas alfa y la liberación de energía. El físico Lord Rutherford, entonces en la cumbre de su fama por su descubrimiento de los protones, afirmó entonces que este método era una manera "pobre e ineficiente" de obtener energía, la gran metedura de pata del físico neozelandés. Entonces a Leó se le ocurrió la idea de que si un neutrón suelto golpeaba un átomo de algún tipo de sustancias que son fisibles, como el uranio 235, esto podía producir una reacción nuclear en cadena, es decir, el neutrón al chocar con el átomo, podría desencadenar que dicho átomo expulsase varios neutrones, los que a su vez, cada uno de ellos chocaría con otros átomos, y así sucesivamente. Este es el principio de las bombas atómicas que el ejército estadounidense dejó caer en Hiroshima y Nagasaki.
Richard Rhodes cuenta como fue ese momento de inspiración:
"En Londres, Southampton Row pasa Russell Square frente al British Museum de Bloombury, Leó Szilárd esperó con irritación una mañana gris de la Depresión a que el semáforo cambiara. Un rastro de lluvia había caído durante la noche. El martes 12 de septiembre de 1933 amaneció fresco, húmedo y aburrido. La lluvia torrencial comenzaría de nuevo a primera hora de la tarde. Cuando Szilárd comentó la historia más tarde nunca mencionó su destino aquella mañana. Puede que no tuviera ninguno. A menudo caminaba para pensar. En cualquier caso intervino otro destino. El semáforo cambió a verde. Al cruzar la calle el tiempo se abrió ante él y vió un camino hacia el futuro, la muerte en el mundo y todas nuestras aflicciones, la forma de las cosas por venir".
La forma de las cosas por venir es el título de otro libro de HG Wells, The Shape of Things to Come. En 1936 Szilárd patentó la reacción nuclear en cadena para mantenerla en secreto.
Temiendo que en Europa se desencadenase otra guerra (se dice que también predijo la Primera Guerra Mundial), el 2 de enero de 1938 emigró a Nueva York. Durante los siguientes meses viajó por varias universidades estadounidenses, y en la Universidad de Rochester inentó desencadenar una reacción nuclear en cadena bombardeando indio con neutrones, pero falló otra vez. En Londres ya había fallado al hacer el mismo experimento con berilio.
Con 2.000 dólares que le prestó un colega y un laboratorio que le cedieron gratis en la Universidad de Columbia en Nueva York, y conociendo que en Alemania ya se estaba investigando sobre el tema, puso en práctica una idea que se le había ocurrido: que el uranio era el elemento fisible que necesitaba. Bombardeó uranio con neutrones y obtuvo por primera vez en el planeta Tierra una reacción nuclear en cadena. Y como suponía, obtuvo mucha más energía que la utilizó para iniciar la reacción. Con esto demostró que la conclusión de Rutheford era falsa.
Szilárd mandó una carta confidencial al Presidente Roosevelt ecplicando su experimento y advirtiéndole que Alemania estaba investigando sobre el mismo tema. Como era poco conocido en EE UU, contactó con Alfredo Einstein y le convenció para que le firmara la carta. La carta Szilard-Einstein convenció al presidente quién dió órdenes de investigar el tema en lo que se llamó el Proyecto Manhattan.
Es muy curioso que tres físicos húngaros judíos, que huyendo del antisemitismo nazi, Edward Teller, Eugene Paul Wigner y Leó Szilárd, fueran tres de los investigadores principales del proyecto Manhattan. Lo que los nazis se perdieron por su antisemitismo.

martes, 14 de julio de 2015

Gabriel García Márquez nació en Buenos Aires

En una antología de varios escritores latinoamericanos (Mario Benedetti, Silvana Bullrich, Gabriel García Márquez, Marta Lynch, Manuel Múgica Laínez, Pedro Orgambide, Dalmiro Sáenz, Augusto Roa Bastos y Rodolfo Walsh) titulada Los diez mandamientos, publicada en Argentina en 1966 y editada anónimamente, un colombiano de 39 años, novelista, periodista y guionista escribió una historia llamada "En este publo no hay ladrones". En este libro Gabriel García Márquez habla de sí mismo (raro fenómeno que ocurrió muy pocas veces). El cuento se puede leer aquí. En el libro Gabo, que no era tan conocido como ahora, se presenta:
"Mi nombre, señor, es Gabriel García Márquez. Lo siento, a mi tampoco me gusta el nombre porque es un lugar de ramilletes comunes que yo no he sido capaz de identificar por mi mismo. Nací en Aracataca, Colombia, hace casi 40 años y no me arrepiento todavía de ello. Mi signo del zodíaco es Piscis y mi esposa es Mercedes. Estas son las dos cosas más importantes que me han sucedido en la vida, porque gracias a ella, al menos hasta ahora, he sido capaz de vivir hasta ahora escribiendo.
Soy un escritor tímido. Mi verdader avocación es la de mago pero era tan torpe cuando intentaba realizar un truco que tuve que refugiarne en mi soldedad de escritor. En todo caso ambas actividades llevan a la única cosa en que estoy interesado desde la niñez: continuar siendo amado por mis amigos.
En mi caso, ser un escritor es un mérito extraordinario porque soy bastante bruto en cuanto a la escritura se refiere. Me he tenido que aplicar a mi mismo una disciplina tan atroz para escribir una página en ocho horas de trabajo. Peleo con cada una de las palabras y casi siempre es la palabra la que termina ganando, pero soy tan terco que he sido capaz de publicar cuatro libros en veinte años. El quinto de ellos, él que estoy escribiendo ahora, me está saliendo incluso más despacio que los otros, ya que los acreedores y un caso de neuralgia me deja muy pocas horas libres.
Nunca hablo de literatura, porque no sé lo que es, y además estoy convencido de que el mundo sería igual sin ella. En cambio, estoy convencido de que sería completamente distinto si no existiera la policía. Pienso, por tanto, que habría sido más útil a la humanidad si en vez de escritor fuera terrorista."
Gabo se muestra sarcástico con respecto a su profesión, pero lo cierto es que dedicó incontables horas escribiendo Cien años de soledad. Gabo se refugio en su Cueva de la Mafia, su estudio donde escribió esta novela en su departamento en la Ciudad de México, en el barrio de San Ángel. No fue un parto fácil, pues le costó mucho escribirla. Trabajó incansablemente durante dieciocho meses entre ocho y diez horas diarias. Y como es supersticioso, escribía con una rosa amarilla en lo alto del escritorio.
Si le costó mucho tiempo escribirla, también le costó mucho tiempo publicarla. Fue publicada en Buenos Aires en junio de 1967, tres años después de acabarla. Fue un éxito enorme. Mario Vargas Llosa, que fue su amigo y después enemigo, escribió:
"... la primera edición se vendió en unos pocos días, así como la segunda, la tercera, y las que siguieron. En tres años y medio vendió medio millón de copias; y los cuatro libros que había escrito antes fueron reimpresos en gran número dentro del mundo de habla hispana."
La popularidad de este libro pronto alcanzó al interés de las principales editoriales del mundo. Algunas de sus primeras traducciones pronto alcanzaron éxitos rotundos en sus países: la traducción italiana logró el Premio Chianchiano en 1969; al mismo año la traducción francesa ganó el Prix du Meilleur Livre Étranger; y en 1970 en los Estados Unidos fue seleccionado como uno de los mejores doce libros del año por la revista Time. Y ahora vien el 30-30-30: en 1997, treinta años después de su primera publicación, Cien años de Soledad había sido traducido a treinta idiomas y había vendido treinta millones de copias.

PD: en wikipedia vemos las tres obras que escribió antes y que, aunque fueron publicadas de un modo u otro, nunca alcanzaron éxito alguno hasta después de la publicación de Cien años de Soledad.

Valoración personal: Podía haber dicho que Gabo nació como escritor en Ciudad de México, que fue donde escribió la novela, pero se dice de los montañistas que solo tienen éxito cuando coronan la cima y vuelven al campamento base. Las tres novelas que publicó antes casi no fue leido por lectores y pasaron totalmente desapercibidas.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Rastros autobiográficos de Wells en su novela Kipps

HG Wells escribió varias novelas con unos pasajes que reflejan, en mayor o menor grado, parte de su biografía. Kipps es una de ellas. Traduzco algunos párrafos a  mi manera del original en inglés de Project Gutenberg.

§2 (p. 7)
 
"La Academia Cavendish," la escuela que había conseguido dentro de sus limitadas opciones la desvanecida madre de Kipps, se estableció en una casa privada deteriorada en la parte de Hastings más alejada del mar; se llamaba la Academia para los Jóvenes Caballeros, y muchos de esos jóvenes caballeros tenían a sus padres en la "India" y en otros lugares no verificables. Otros eran hijos de viudas crédulas, ansiosas, tal como lo había sido la madre de Kipps, para obtener algo superior a una "escuela pública" pero tan barato como fuera posible; y otros eran enviados allí para demostrar la dignidad de sus padres y de sus guardianes. Y, por supuesto, también había chicos venidos de Francia. [Lo de padres en la "India" parece insinuar que sus progenitores se dedicaban a actividades no muy bien vistas socialmente].

Su "director" era un ser enjuto de largas y pesadas indigestiones y temperamento, que se proclamó a sí mismo como Geoge Woodrow F. S. Sc., en una placa dorada colocada en la fachada principal que daba al jardín, lo que indicaba que había pagado una cierta cantidad de guineas por un diploma falso. El único aula de la escuela estaba enclavada en un deprimente cobertizo en el exterior de la casa, y la calidad académica de sus pupitres arañados y desgastados estaba realzada por una pizarra resbaladiza y dos grandes mapas anticuados y amarillos, uno de África y otro de Wiltshire. que el dueño había adquirido por ser baratos en un remate. Había otros mapas en su estudio, donde recibía a los inqusitivos padres, pero sus pupilos nunca los veían. En el pasillo, en un armario de cristal, habían varios tubos de ensayo de a chelín, una retorta de cristal y un mechero de Bunsen estropeado, manifestando que aquello era el "laboratorio científico" mencionado en el folleto, lo cual no era más que una fanfarronería.

p. 8 Este folleto, que se encontraba escrito en un inglés solemne pero incorrecto, ponía el énfasis en la preparación sólida para una carrera comercial en la Academia, pero que además contenía una frase ambigua que daba a entender que también servía para el ejército, la armada y el servicio civil. Había algo vago en el folleto sobre "éxitos examicionales," --aunque Woodrow, por supuesto, no aprobaba "la leva militar," y una declaración de que el plan de estudios incluía "arte", "lenguas modernas extranjeras" y "una formación técnica y científica." El folleto insistía luego en el "bienestar moral" de los alumnos y un alarde enfático en la "enseñanza de la religión, tan a menudo descuidado hoy en día incluso en las escuelas de gran prestigio." "Tengo que ir a buscarlos," había comentado Mr. Woodrow cuando fue a buscar los folletos.Y fue a buscarlos con los birretes puestos. Los folletos también hablaban del maternal cuidado de la señora Woodrow, en realidad una pequeña mujer parcialmente desdibujada, con una cara lastimera y una mente siempre pendiente de la cocina y que se comportaba discretamente. Y el prospecto concluye con una frase intencionalmente vaga: "Tarifa sin restricciones y nuestra propia leche y productos."

Los recuerdos que Kipps guardó de esa escuela en su vida posterior eran de un clima de estrechez y de confusión mental, e incluía innumerables horas de permanecer sentado en chirriantes pupitres, aburrido y ocioso, de lamer y saborear las manchas de tinta, de leer libros rotos con tapas mordidas en el borde, de la superficie viscosa de las pizarras, de jugadas furtivas a las canicas, contar historias entre susurros, pellizcos, golpes, y un millar de pequeñas molestias "transmitidas" perpetuamente de acuerdo a la costumbre del lugar, de ser obligado a permanecer de pie en la clase, de ser golpeado de repente y sin razón por un imaginario mal comportamiento. Recordaba también los días malos del señor Woodrow, cuando una injusticia apenas justificada prevalecía, de la vacuidad fría de la hora de preparación antes del desayuno de pan y mantequilla, de los horribles dolores de cabeza y las extrañas indisposiciones ocasionadas por la cocina de la señora Woodrow, más maternal que cocinera inteligente. También recordaba los paseos tristes, con los chicos marchando en parejas de a dos con las gorras birretes que tanto impresionaban a las madres viudas. También recordaba las meias festividades tristes durante los días lluviosos donde reinaba el espíritu del mal genio y la imaginación malévola propias de los chicos reprimidos. Habían peleas injustas y deshonrosas y, derrotas y victorias miserables, acosadores y acosados escolares. Kipps acosaba especialmente a un niño cobarde, particularmente afligido, hasta que por fin se inclinó por la rebelión a causa de la incesante persecución,  hirió a Kipps practicando el boxeo. También recordaba dormir tres en una cama, del denso olor a cuero gastado de la escuela cunado volvían allá después de un recreo de diez minutos en el lodoso patio en los que, a menudo, había incidentes con piedras afiladas. Y también recordaba el lenguaje soez a espaldas del director.
"El domingo es el día más feliz," era una de las expresiones más recurridas por el señor Woodrow con los padres más quisquillosos, pero Kipps no tenía evidencia de ellos. Para él eran terribles períodos de inacción -sin trabajar, sin jugar, una monótona expansión del tiempo sin significado alguno durante el cual tenía que acudir dos veces a la iglesia.La tarde estaba dedicada a los juegos, entre los que destacaba aplicar torturas alos chicos menos agradables y más débiles. De la diferencia entre los domingos y los demás días laborales Kipps derivó su primera concepción definitiva de la naturaleza de Dios y el infierno. Su instinto le llevó a evitar a cualquier comocido tanto tiempo como pudo.
p. 9 El trabajo de la escuela variaba en función del estado de ánimo del señor Woodrow. 

El Hombre del Año Un Millón

The Man of the Year Million, así es como Wells imaginó a la humanidad en dicha fecha. Cuando Wells ingresó en la Academia de Ciencias de South Kessington, el primer año tuvo como profesor a TH Huxley (estos malditos anglófonos siempre poniendo iniciales a todo: su nombre era Thomas Henry, en cristiano Tomás Enrique, que parece nombre de personaje de un culebrón venezolano). Bueno, ahora va una adivinanza para los más versados en literatura: TH Huxley era abuelo de un afamado escritor inglés de ciencia.ficción, que escribió una famosa novela, una de las más conocidas y famosas novelas de ciencia ficción de todos los tiempos. ¿De quién estamos hablando? Bueno, una ayudita más: esa famosa novela era Un mundo feliz (en inglés, Brave New World).

TH Huxley era un defensor de la Teoría de la Evolución y su alumno Wells se tragó todas esas patrañas de que descendemos del mono... Eh, quiero decir que Wells interiorizó muy bien la Teoría de la Evolución de Darwin y llegó a escribir algún relato y alguna novela desarrollando el tema. La novela más conocida sobre este tema fue La máquina del tiempo. Uno de esos artículos fue El hombre del año un millón, fue publicado en 1893, dos años antes de hacerse mundialmente conocido y muy rico con la publicación de la máquina del tiempo). En él Wells imagina que:

  • El hombre no necesita piernas ni brazos de gran tamaño, así que en el relato, el descendiente del ser humano tiene unos brazos y unas piernas cortas.
  • No hombre no necesita comer como lo hacemos nosotros, sino que absorbe los nutrientes por la piel.Para comer se baña en un caldo nutritivo. Como no necesita el tubo digestivo (esófago, estómago, intestinos y otras tripas), el tronco es mucho más pequeño (supongo que principalmente albergará los órganos respiratorios (pulomnes, etc.).
  • el cerebro (y con él, el cráneo y la cabeza) crecen en desmesura.
  • las manos ("el profesor y el agente del cerebro") también crecen desmesuradamente
El resultado puede verse aquí,

Estos humanos son los precursosres de los "grises." Bueno, es la traducción de "greys,"  que incluye, entre otras criaturas, a los hombrecitos de Roswell. Ya sabeis, los que salen en la peli Nacido el 4 de julio o algo así, protagonizada por el negrito ese cachondo que hizo El Príncipoe de Bel-Air. Bueno, ya sabeis, ese actorcillo que salva la humanidad en casi todas sus películas. Ah, también hizo Los hombres de negro. Se ve que al actor se le da mejor matar marcianitos en sus películas que a mi hijo con la Play.

Wells volvió el tema de los hombrecillos grises en una de sus primeras novelas (Los primeros hombres en la Luna), obra prácticamente desconocida entre el público de habla hispana porque creo que no se ha traducido nunca al castellano.

Los marcianos de La Guerra de los Mundos tienen un aspecto de pulpo,

EN CONSTRUCCIÓN

The Iron Skeptic: A Media History of Gray Aliens

sábado, 9 de febrero de 2013

El Patito Feo

HG Wells fue un asistente de vendedor de paños pobre que se levantó de la sociedad en que vivía hasta lograr en un igual entre las grandes figuras de su tiempo. Él se describió como un patito feo que se descubrió a sí mismo como un cisne. Nacido en la apretada vida de una clase social media baja de la época victoriana, tuvo que luchar ferozmente para realizarse a sí mismo. Era, dijo, “una criatura tratando de encontrar su manera de salir de la prisión en que había caído. A pesar de los obstáculos, consiguió una buena educación científica, y más tarde, fama y fortuna.

Herbert George Wells nació el 21 de septiembre de 1866. Las circunstancias de su nacimiento no fueron promisorias: “un hogar en mal estado y con muchas necesidades” detrás de la tienda de loza y cristalería sin éxito en Bromley, Kent. Sus padres se habían encontrado como sirvientes en Uppark, una gran y noble casa campestre cerca de Midhurst en Sussex. Su madre Sara había sido la doncella de la señora; José, su padre, un jardinero. Después de su matrimonio en 1855, los Wells, como tantos otros en la Inglaterra victoriana decimonónica, habían emigrado del campo a la ciudad, asentándose definitivamente en Bromley, en donde compraron a un primo una tienda ruinosa de venta de china que fue siempre “un miserable modo de vivir”.

Herbert fue el cuarto y el más joven de los niños: Frances, quien murió joven, Frank y Fred, que vinieron antes que él. Débil y delicado de salud, su madre pensó que podía reemplazar a la hija muerta que ella había adorado, con lo que era inevitable que fuera malcriado. “Ay si los juguetes de su alteza le fueran negados,” recordaba su hermano Frank. También fue precoz. Su madre pronto le enseñó sus letras, y su primera palabra escrita, de los muchos millones que escribiría, fue “mantequilla” trazado en el cristal de una ventana arriba de la escritura de su madre.

La casa de los Wells estaba llena de tensión. El matrimonio no era feliz. Sara vivió una vida de resentimiento sombrío con su irresponsable marido, y se convirtió en una esclava de su marido luchando por mantener lo que Wells llamó su “delgada e imposible casa” (*). Wells recordaba las manos de su madre, “tan huesudas, demacradas, sucias, deterioradas de tanto coser y deformadas por el trabajo.” José, un modelo para la posterior creación de su hijo, Mr. Polly, fue siempre un comerciante apático e ineficaz, siempre apoyado en la puerta de su tienda. Aunque Bromley fue un suburbio de Londres en rápido crecimiento, con buenas oportunidades para el comercio, Joseph permitió que su negocio fuera a menos. Cuando podía, se escapaba para jugar a cricket. Era un jugador habilidoso, suficiente bueno como para jugar con Kent. A pesar de la incapacidad de su padre y su mal humor, Wells lo amaba. Vio una “vena de poesía silenciosa” en él, que cuando era joven, le gustaba permanecer al aire libre en medio de las noches de verano simplemente mirando las estrellas.

Su madre trata de inculcar sus creencias religiosas en la mente de su hijo pero fracasó en gran medida. Llegó a pensar en Dios como “un viejo chivato… con un ojo que todo lo que veía.” Sin embargo, las imágenes del Infierno en uno de los libros de la familia le afectaron mucho, y la opinión de su madre sobre el Juicio Final y la Nueva Jerusalén se convirtieron en elementos claves de su ciencia-ficción y sus novelas utópicas. De su padre, Wells heredó su rica imaginación. Cuando tenía siete años de edad, se rompió una pierna en un accidente y estuvo en la cama durante varias semanas. El interludio se convirtió en un festín de lectura de libros de toda clase, bien de préstamo de la librería, bien enviados por los vecinos. A Wells le encantaban los hechos exóticos: cuentos de extraños países, animales curiosos y grandes batallas. Su imaginación fue incendiada por un viejo atlas que mostraba grandes regiones inexploradas. Sus temores causados por un gorila le hacían soñar que le perseguía por toda la casa. De los dibujos políticos de la revista Punch, obtuvo sus primeras ideas sobre política y asuntos internacionales.

Su madre tenía un sentido exacto de la posición social de la familia en el extremo inferior de la clase media baja y combinaba “la deferencia del sirviente con una respetabilidad celosamente guardada por encima del vulgo.” Ello le hizo escoger para sus hijos una academia privada, la llamada Academia Bromley en vez de la más proletaria escuela elemental “nacional”. Wells, como Charles Dickens, escribió amargamente sobre el fraudulento sistema escolar privado de la era victoriana. Satirizó su propia educación en el retrato de Mr. Woodrow’s Cavendish Academy en su novela Kipps (1905).

Los recuerdos que le quedaron a Kipps en su vida posterior era de un ambiente de mala ventilación y desorden mental, incluso un sinnúmero de formas de sentarse aburridas y ociosas, de manchas de tinta… de las superficies pegajosas de las pizarras… de ser obligado a mantenerse de pie por mala conducta imaginaria y sin motivo alguno… El señor Woodrow se sentaba inánime en su escritorio, haciendo caso omiso de los asuntos de la escuela, mirando las cosas que estaban en frente de él sin verlas. A veces su rostro parecía completamente estúpido; a veces tenía una expresión de asombro fija, como si viera ante sus ojos con una claridad despiadada la deshonra y maldad de su ser.
(Kipps, Cap. 1)

Fuera de la escuela, su imaginación se expandió. En sus solitarios paseos, imaginó fantasías bélicas, estimulado por la lectura de Chicos de Inglaterra, uno de los primeros comics. En su autobiografía (1934) recordó como era “un niño pequeño y bastante desnutrido, vestido mezquinamente y silbando detestablemente entre los dientes.” “Los transeúntes no podían imaginar que el staff militar caracoleaba montados en sus caballos detrás de mi… apuntar los cañones y abrir fuego sobre aquellas casas de allí abajo… Reyes y Presidentes y los grandes de la tierra acudían a mí presencia para saludarme y agradecerme mi sabiduría.” Wells escribió una historia ilustrada llamada The Desert Daisy en la misma línea. Estos sueños violentos se convirtieron en parte de su educación.

La vida se volvió más difícil para la familia Wells cuando en 1877 el padre se rompió una pierna cuando Joseph se rompió una pierna en el patio trasero, poniendo de este modo punto final al criquet y a los ingresos que éste suministraba. Durante dos años, Sara peleó. Después, la familia se separó. De repente, en 1880, Sara volvió a Uppark como ama de llaves, contratada por Frances Fetherstonhaugh, la cual había heredado la mansión. Su hijo Herbert, que entonces contaba con catorce años, fue enviado, siguiendo los pasos de sus hermanos, al comercio textil como ayudante de dependiente.

“Casi tan incuestionable como su creencia en Nuestro Padre… fue su creencia en los comerciantes de telas,” escribió Wells sobre su madre. “Vestir una chaqueta negra y una corbata y estar detrás de un mostrador era la mejor de las posibles metas alcanzables por un hombre… de nuestro nivel social.” Como un aprendiz viviendo en una respetable tienda en Windsor, Wells trabajaba 13 horas al día, seis días a la semana. Dormía en un dormitorio de mala muerte y comía en un comedor bajo el nivel del suelo. Wells detestaba su trabajo. Lo que para Dickens fueron las humillaciones del trabajo en una fábrica, para Wells fue la vida de tendero.

“No es un comercio particularmente honesto o útil… No hay libertad ni ocio – de las 7 a las 8,30 todos los días de la semana, ¿no deja mucho tiempo para vivir, ¿no? – los trabajadores de verdad se reían de nosotros y los tipos de verdad como los cajeros de los bancos y los empleados de la justicia nos miraban de arriba abajo. Parecías respetable afuera, pero dentro te empacaban en dormitorios como si fuéramos convictos, nos alimentaban con pan y mantequilla y éramos intimidados como esclavos. Eras superior lo justo para que no te sintieras superior… Así eran las tiendas de telas… Éramos demasiado bien educados como para rebelarnos. Nuestras ajadas chaquetas eran nuestras esposas.
(The Wheels of Chance, cap. 26, 1896)

“¿Quiénes son ellos para conseguir tiendas propias? ¡No son importantes! ¡Como un tendero de comercio va a ahorrar quinientas libras alguna vez! Te digo que no puede ser cierto. Te digo que estamos en una bendita tubería de desagüe y tendremos que arrastrarnos por ella hasta que muramos…
(Kipps, cap. 2)

Su único placer en Windsor era escapar los domingos a la cercana Surly Hall, una posada cercana al río (la Posada de Potwell en Mr. Polly) explotada por su tío suyo. Allí remaba en el río y cantaba canciones con sus dos primas mayores, y allí fue donde leyó las primeras novelas de Dickens, que tuvieron bastante influencia en su propia obra. De vuelta a la tienda, Wells soñaba despierto: “Varios jinetes con un mensaje cabalgaban a lo largo de la línea del frente esquivando al encargado de la tienda: ‘¿Está el general Bert Wells aquí? Los prusianos han llegado…” Se produjo un escándalo sobre sus cuentas que él llevaba con indiferencia y se le pidió que abandonara el trabajo.

Se refugió en Uppark con su madre en las dependencias de la servidumbre “escaleras abajo.” Las semanas que pasó en Uppark le impresionaron profundamente. En Tono Bungay (1909) nos presenta el retrato de Bladesover House, una sorprendente versión de la vida en Uppark tal como él la conoció, con un agudo sentimiento de la muerte y decadencia del orden social vertical “arriba-abajo” de las viejas mansiones victorianas campestres, donde las filas de servidores esperaban las órdenes de “su Lady… locuaces pero acongojados… una cosa vestida de seda negra con una cadena de oro.” Pero posteriormente llegó a admirar ciertos aspectos de la vida de la pequeña nobleza rural:

“Dentro de esos hogares, detrás de una pantalla de un parque repleto de ciervos y de servidumbre, los hombres podían hablar, pensar y escribir a placer… De estas casas surgió la Royal Society, los primeros museos y laboratorios y las primeras colecciones de arte, la educación gentil, la buena escritura y casi todo lo que tiene algún valor en la civilización actual.”
(Experimento de autobiografía, Vol 1, Cap. 3, 1934)

Wells vino a concebir la vida de la élite cultivada y pensadora como un ideal en sus visiones utópicas.

Durante el interludio de 1880-81 y sus posteriores visitas, tuvo la oportunidad de leer libros que tomó prestados de la biblioteca de la familia Fetherstonhaugh y que le influenciaron durante toda su vida: Los derechos del hombre, de Tom Paine, Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift y La República, de Platón. Las ideas expresadas en estos libros eran sorprendentes: “Aquí estaba la sorprendente sugerencia de que todo el tejido de la ley, la costumbre y el culto... puede ser echado en el crisol y rehecho de nuevo.” En un ático cercano a su dormitorio, encontró un telescopio olvidado con el cual “en las heladas pero maravillosas noches… hice mis primeros contactos con el cielo estrellado en un estado de exaltación… que yo me creí ser Galileo redivido.”

En enero de 1881 Wells inició otro comienzo en la vida como aprendiz de farmacia en la cercana Midhurst. Como entonces se consideraba necesario el conocimiento del latín en esta actividad, tomó lecciones privadas de Horace Byatt en esta materia, quien era director de la recientemente reformada Escuela Secundaria de la localidad. Wells asombró a su profesor con la rápida absorción de las ideas. Pero su felicidad duró poco: su madre no pudo pagar durante más tiempo las tarifas del farmacéutico. En mayo, siguiendo los deseos de su madre, comenzó de nuevo como ayudante de dependiente de comercio de telas en un emporio en Southsea, Hampshire. Durante dos años tuvo que soportar la miseria, “lo peor de todo, las interminables horas,” los gritos de “Wells, continúa con eso”, “Wells, no se retrase”. Patéticamente, Wells trató el autoaprendizaje estudiando enciclopedias populares y escribiendo respuestas a las preguntas que él mismo se formulaba, como “¿Qué es la materia?” o “¿Qué es el espacio?”.

Finalmente se rebeló contra “esta mierda de vida” al llegar cerca del colapso. En 1883 le pidió a Byatt un puesto de auxiliar de maestro en su escuela. Cuando su madre se resistió a sus planes, él huyó del Emporio y caminó hasta Uppark donde apareció dramáticamente en el camino campestre que usaban los sirvientes para volver de la Iglesia. Ya en su habitación, su madre y él pelearon amargamente, pero su madre le permitió abandonar la tienda de telas. De esta experiencia, obtuvo un principio rector: “Si la vida no es suficientemente buena para ti, cámbiala; nunca soportes un estilo de vida triste y monótono.”

Wells se convirtió en asistente del director en Midhurst School, donde trabajó duramente, clavando en la pared de su cuarto un esquema o programa de aprendizaje para los siguientes años, tal como hizo su personaje Mr. Lewisham. Durante el día enseñaba a adolescentes bajo la guía de Byatt. Durante la noche, se sentaba junto a su maestro preparándose para los exámenes del Ministerio de Ciencia y Arte, un departamento ministerial establecido en 1851 para estimular los estudios científicos. Cada materia aprobada era recompensada con dinero a los profesores, y con codiciados certificados a los alumnos. Tan bueno fue Wells en los exámenes de 1884 que recibió “un maravilloso documento azul” que le ofrecía como recompensa una beca para estudiar en la Escuela Normal de Ciencias, en South Kessington, Londres. “Gloria in excelsis mei,” escribió Wells a su hermano Fred. “Ahora me había convertido en una persona respetable, sagrada, con derecho a usar un bonete y una toga y considerarme como un estudiante de la Universidad de Londres.
HG Wells, en la cumbre de su temprana fama, cuando La Guerra de los mundos apareció en 1898.
Los padres de Wells, Sara y José, eran sirvientes en la era victoriana convertidos en tenderos.
La calle principal de Bromley en 1905: Atlas House estaba a la izquierda donde está Medhurst.
Wells como alumno destacado en 1876, con diez años de edad.
Wells describe la monotonía de su propia escuela privada en su retrato de la Academia Cavendish en Kipps.
Dibujos de Punch como este de Sir John Tenniel mostrando Disraeli y la Reina Victoria dio a Wells sus primeras ideas sobre el mundo político.
Un dibujo de Wells de la escena de una batalla sangrienta en la historia fantástica “The Desert Daisy”.
Sara Wells usó esta habitación cuando se convirtió en ama de llaves en Uppark en 1880.
El ala oeste de Uppark House
Midhurst Grammar School en Sussex, poco después de que Wells la abandonara. Su director, Horace Byatt, está sentado en el medio.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Los acorazados terrestres de Wells

Se dice, y en parte es cierto, que HG Wells imaginó los tanques. Y en gran parte es cierto. Pero, ¿que imaginó exactamene y en que se basó?

En los más primitivos tiempos se inventó la rueda. La rueda reduce el coste energético del transporte. Una mula puede transportar, a lo mejor, 100 kilos en su lomo durante unos 10 kilómetros diarios. En un carro quizás pueda arrastrar 300 kilos a 30 km diarios.

Durante milenios, la rueda no sufrió ninguna alteración. Probablemente todo el mundo durante generaciones pensara que era inmejorable. Pero la rueda se atascaba en el barro, la nieve y el hielo. A lo largo del siglo XIX hubo intentos de crear algo que sustituyera a la rueda y que fuera apto para todos los terrenos.

En la Edad de Piedra, el hombre primitivo creó megalitos, enormes piedras alargadas puestas de pie. Se supone que las piedras, para su transporte, eran subidas sobre varios troncos de árboles tendidos sobre el suelo. El megalito era arrastrado por esclavos o caballerías, y el tronco que salía por detrás, era puesto delante por esclavos. Se creó así un sistema de tracción continuo y sin fin. Se supone que este sistema es el antecesor de las orugas de tracción, llamado en inglés continuous track. Era como si el camino se desplaza junto con el megalito.

Entre 1770 y finales del siglo XIX hubo varios inventores que se adjudicaron la creación de un sistema de tracción continuo por cadenas u orugas. En 1770 un tal Richard Lowell Egdeworth se apuntó el mérito de ser el primero en crear algo similar. Pero no debió tener mucho éxito, porque en la década de los 1830, un matemático e inventor polaco llamado Józef Maria Hoene-Wroński se adjudicó el mérito de concebir la idea. En 1826 un matemático inglés llamado Sir George Cayley patentó una oruga continúa, a la que llamó "universal railway", algo así como "vía férrea universal" (The Mechanic's Magazine, 28 January 1826).  En 1837, un inventor ruso llamado Dimitri Zagryazhsky, patentó un invento similar, pero fue incapaz de crear un prototipo, y la patente caducó dos años después. Hasta ahora, mucho dibujo sobre el papel pero nada más. Durante la guerra de Crimea se escribió sobre tractores impulsados por vapor usando el mecanismo de orugas. En 1846, el ingeniero británico James Boydell resgistró una patente de una "rueda de vía férrea sin fin" (endless railway wheel).

En 1877, el ruso Fiodor Blinov diseñó un vehículo para caminos llamado "carromato movido por raíles sin fin." Pero era arrastrado por fuerza animal. El diseño se puede ver aquí. Es de suponer que no debía de atascarse tanto en lodazales. Entre 1881-88, el mismo Blinov creó el perimer vehículo auropropulsado sobre orugas. El vapor era el elemento de propulsión. Este vehículo fue exhibido y probado en una exposición agrícola en 1896. Se puede ver aquí un documento en ruso pero con dibujos del vehículo.

Un inventor estadounidense llamado Henery T. Stith desarrolló un prototipo de un vehículo movido por orugas que fue patentado con varias modificaciones en 1873, 1880 y 1890.

Con la llegada del siglo XX aumentó el interés sobre el tema. Alvin Orlando Lombard, para la firma Lombard Steam Log Hauler (algo así como el arrastrador de troncos a vapor Lombard) creó el primer vehículo autopropulsado y movido por cadenas u orugas y que logró venderlo a nivel comercial. Logró construir y vender 83 de sus máquinas entre 1901 y 1917. Con la apariencia de una locomotora, llevaba como sistema de tracción las orugas atrás y un par de skies en la parte delantera, como se puede ver en esta web. Este invento partía de una concepción básica errónea. Cuando el vehículo iba cuesta abajo, los esquis de la parte frontal aceleraban la máquina. Para eso se inventaron los esquís, para acelerar la marcha cuesta abajo sobre nieve. Para evitar esto, se ponía paja de heno sobre la pista, pero muchas veces los ciervos se la comían antes de que la máquina pasara. Los esquis eran giratorios, por lo que un miembro de la tripulación (eran en total cuatro) debía ir delante montado sobre los esquís para girarlos mediante una rueda en una dirección u otra. Con cuarenta bajo cero en ocasiones, ir delante expuesto al viento convertía al timonel (por llamarlo de alguna manera) en un héroe. En ocasiones acababa ardiendo pues, a pocos centímetros de él, estaba la caldera de la que saltaban muchas chispas. Sin embargo, la Lombard era imbatible en los terrenos llanos y tenía una gran capacidad de propulsión y arrastre, como podemos ver aquí. En algunas ocasiones se protegía al timonel de las chispas construyéndole una cabina, como se puede ver en dos de las fotos.

El parecido entre la Lombard y una locomotora a vapor se puede ver aquí. En la primera de las fotos se puede ver una locomotora a vapor con las tres ruedas motrices encuadradas por un rectángulo rojo. Como vemos, hay otras ruedas más pequeñas pero que no son de tracción, sino para mantener la estabilidad de la máquina. Con estas tres ruedas motices por cada lado, era suficente para la tracción sobre los raíles. La Lombard tenía un concepto similar. Las ruedas motrices fueron sustituidas por orugas pero del mismo tamaño, y para mantener la estabilidad de la máquina, se añadieron delante dos esquís giratorios. Si se hubiesen alargado las cadenas u orugas hasta la cabeza de la máquina, y se hubiese dado la capacidad de giro a las orugas, como en los tanques y en las máquinas de obras públicas modernas, y no al par de esquís, el diseño hubiese sido genial. Pero muchas veces los inventores se dejan llevar por ideas preexistentes, y la concepción de una máquina de vapor para arrastrar troncos pesó demasiado en el ánimo del inventor al diseñar la máquina.

El texto donde HG Wells inventa los tanques se llama The Land Ironclads. Imagino que nunca se habrá traducido al español. Apareció en diciembre de 1903. Hemos visto que habían diseños sobre el papel de orugas o cadenas de tracción del ruso Blinov. Pero Wells, increíblemente, se decantó por otro medio de locomoción llamado pedrail wheel, que en castellano vendría a ser algo así como "rueda con pies". Parece un invento de chiste o de cómic, algo así como los locos inventos del doctor Bacterio. Sin embargo, estas ruedas con pies fueron usadas durante la primera guerra mundial, como por ejemplo, en el cañón Gran Berta, un supercañón usado por los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Esta rueda con pies fue inventada por un tal Bramah Joseph Diplock en 1903 y una locomotora con propósitos agrícolas en 1904. Como vemos, la Lombard es anterior por sólo tres años.

¿Que imaginó Wells exactamente? Como vemos, tanto la Lombard como la Diplock estaban destinadas sólo al sector agropecuario como vehículo tractor. Wells publicó su The land Ironclads (Los acorazados terrestres) en dicembre de 1903, cuando Diplock ya había inventado sus "ruedas con pies" pero aún no había inventado su tractor agrícola. Seguramente Wells debió leer un artículo en alguna revista sobre dichas ruedas e imaginó un vehículo acorazado terrestre con cañones. Esto es lo que describió en su The Land Ironclads. Este mismo relato corto de Wells fue publicado por primera vez en la Strand Magazine, como ya he dicho, en su número de diciembre de 1903. Es posible que en esta o en otra revista, Wells leyera un artículo sobre la Diplock. Y probablemente Wells nunca tuviera información de la Lombard hasta después de 1903.

Los tanques, por supuesto, fueron un éxito, pero sobre orugas, no sobre ruedas con pies.Y Wells fue el primero en imaginar un cañón montado sobre un vehículo acorazado terrestre con amplia movilidad sobre el terreno.

jueves, 13 de septiembre de 2012

La Maquina del Tiempo y El Ultimo Hombre

Capítulo XI de la Máquina del Tiempo, página 50 y ss. de Project Gutenberg.


El Viajero del Tiempo, después de sus aventuras con los Eloy y los Morlock, viaja "miles de millones de días" hacia el futuro. Su intención es averiguar que pasa con el planeta tierra en el futuro. Cuando se da cuenta de que la sucesión de días y noches se ha detenido, para su máquina del tiempo. Se encuentra en una playa, el Sol no se ve entero, sólo se ve un resplandor por el sureste, pero el Sol es ahora más grande y de color rojo. Curiosamente, esta descripción del Sol como más grande, más luminoso y de color rojo es compatible con la evolución del Sol, que cuando pase 5 ó 6 mil millones de años, se convertirá en una estrella gigante roja, y que cuando complete el ciclo, absorverá a Venus y Marte y, quizás, a la Tierra. Pero antes se formará una subgigante. Ignoro si en los tiempos de Wells se conocía la evolución solar o no, pero es difícil creer que sucediera así.

 El Viajero del Tiempo se pone sentado encima de su Máquina para otear el horizonte. En dirección contraria al sureste (noroeste) el cielo está siempre negro como la tinta china y se ven las estrellas incluso de día. Las rocas alrededor de la playa eran de un "color áspero rojizo" y el único vestigio de vida que pudo ver al principio era la vegetación de color verde intenso que cubría cada lugar que miraba en dirección sudeste: "Era el mismo verde fuerte que uno ve en el musgo de los bosques o en el líquen de las cuevas.: las plantas que, al igual que éstas, crecen en un perpetuo crepúsculo."

A lo lejos, por la ladera desolada, oí un grito áspero y vi una mariposa blanca enorme revoloteando por el cielo, dando vueltas y desaparecer sobre unas lomas bajas más allá. El soniodo de su voz eran tan deprimente que me estremecí y me senté más firmemente en mi máquina. Mirando a  mi alrededor vi, que lo que había tomado por una masa de rocas rojizas, se movía hacia mi. Entonces vi que la cosa era realmente una criatura monstruosa con forma de cangrejo. ¿Puedes imaginar un cangrejo tan grande como una mesa, con sus muchas patas moviéndose lenta y vacilante, sus grandes garras balanceándose, sus largas antenas como látigos de carreteros, moviéndose balanceándose y sus brillantes ojos amenazadores acechándote uno a cada lado de su metálica frente...

Al mismo tiempo en que me quedé mirando fijamente tan siniestra aparición arrastrándose hacia mi, sentí un cosquilleo en mi mejilla como si una mosca me incordiara. Traté de quitarmela con la mano, pero en un momento volvió y casi imediatamente senti otra en mo oreja. Me golpeé otra vez y agarré algo filiforme con la mano. Se escapó algo rápidamente de mi mano. Con un espantoso escrúpulo me volví y vi que había cogido la antena de otro monstruoso cangrejo que estaba justo detrás de mi. Sus ojos malignos se retorcían en sus tallos, su boca estaba viva con apetito y sus enormes patas torpes, untadas del limo de las algas, descendían sobre mí. En un momento mi mano estaba sobre la palanca y puse un mes de distancia entre yo y los monstruos.

Dos observaciones:

  • Eso de sentir algo como una mosca molesta en tu cuello o tu mejilla y cogerlo con la mano y volverte y ver algo feo o monstruoso, ¿donde lo he visto antes? ¿En alguna película? ¿En una de la serie de Indiana Jones? ¿Cuanto debe el cine a HG Wells?
  • Eso de los monstruos cuyo origen es algún insecto o bicho pequeño que normalmente no asusta pero son agrandados por la imaginación del autor, ¿en qué película lo he visto? Primero creí que fue en la película Hace un millón de años (1966), pero me equivoqué. La escena de la pelea en la playa no fue con un monstruoso cangrejo, sino con una pacífica y tranquila tortuga convertida en monstruo por su tamaño gigantesco. La película que si contienbe una escena de pelea en una playa con un cangrejo gigante fue La isla misteriosa. Pero este nombre me suena de algo: ¿No es una novela de Julio Verne? Enseguida me viene a la cabeza una idea: ¿Copió Wells a Verne? Enseguida busco información de la novela y encuentro en Wikipedia un resumen que no menciona a ningún cangrejo gigante. Así que Wells no copió los cangrejos gigantes de nadie sino que más bien, los cangrejos de La isla misteriosa (película) parecen copiados de La máquina del tiempo. Información sobre el artista que fabricó este cangrejo gigante para la película, aquí.
Curiosamente, en la película La máquina del tiempo de 1960 el guionista cambió, entre otras muchas cosas, el final. Ya no hay un viaje hasta la desaparición de la Tierra, sino una vuelta a 1898, donde el Viajero del Tiempo cuenta su historia a sus amigos, y vuelve al año 802.701 para enseñar a los Eloi y a su amada Weena a leer y a recuperar la civilización humana.

¿Que tiene que ver todo lo anterior con el título de esta entrada? ¿Qué es el último hombre?

Mary Shelley, autora de Frankenstein o el último Prometeo, considerada por muchos la primera novela de ciencia-ficción, también escribió otra novela muchos años después, que también sería considerada por muchos como de ciencia-ficción. Esta novela, denominada The Last Man (El último hombre), nunca fue traducida al castellano, al menos que yo sepa.

La novela de Mary Shelley no sólo no fue muy popular, sino que fue muy criticada en su tiempo por su dureza. De hecho, desde su primera publicación en 1826, nunca fue publicada otra vez hasta ¡1965! (excepto una edición pirata que hubo en 1833 en los Estados Unidos).

Dejando aparte el tema de si esta segunda novela supuestamente de ciencia-ficción de Mary Shelley lo es realmente o no, lo que si es cierto es que es la primera vovela catastrofista de la historia de la humanidad. Parece ser que hay un poema muy anterior de un francés llamado Nosecuantos Grainville con el mismo tema. Es un tema muy bonito para desarrollar si alguien está interesado.

La segunda novela apocalíptica (y también de ciencia-ficción) fue publicada en 1839 por Edgar Allan Poe bajo el nombre La conversación entre Eiros y Charmion. Se trata de la discusión entre dos espíritus sobre la destrucción del mundo por un cometa que pasó cerca de la Tierra y se llevó consigo todo el nitrógeno de nuestro planeta dejando sólo el oxígeno.

La tercera novela de ficción apocalíptica fue After London (1885), de Richard Jeffries. En los primeros capítulos se describe como después de que una catástrofe sin definir que ha despoblado Inglaterra, la naturaleza se apodera de los campos de cultivo y de las ciudades, los animales domésticos se vuelven salvajes, Londres vuelve a convertirse en un lago pantanoso y venenoso y los escasos supervivientes vuelven a un estilo de vida medieval. Como no está definida la catástrofe, no puede ser considerada de ciencia-ficción.


La cuarta novela apocalíptica (que también es de ciencia-ficción) es La máquina del tiempo (1895), de HG Wells. Es apocalíptica porque al final de la novela, el protagonista viaja hacia adelante en el tiempo hasta que la Tierra muere bajo un sol hinchado y rojo.


La quinta y última novela apocalíptica del siglo XIX fue La guerra de los mundos (1898), también de HG Wells y también de ciencia-ficción. La humanidad está a punto de desaparecer a manos de los marcianos y es salvada, en última instancia, por la actuación de seres patógenos a los que la humanidad en resistente.

Ya en el siglo XX el género cae en desuso durante cuarenta años hasta que Stephen Vincent Bennet (1898-1943) publicó By the Waters of Babylone, novela en la que un hombre joven explora el nordeste de los Estados Unidos y encuentra los restos de una ciudad, posiblemente Nueva York, varias generaciones después de que una guerra en la que armas nuevas hubieran causado el “Great Burning,” algo así como el Gran Fuego o el Gran Calentamiento. Quizás esta sea la fuente de inspiración de la última escena de la película El planeta de los simios de 1968, que no de la novela, ya que la acción de esta última se produce en otro planeta - el planeta inventado Soror, que gira alrededor de Beltegeuse (una estrella de verdad), una estrella supergigante roja (no confundir con la gigante roja de principios de esta entrada). Es más conocido el hecho de que en la película del mismo título, los astronautas no regresan a la Tierra, que es en verdad el planeta de los simios, cosa que el espectador descubre sólo al final de la película.

Después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, como ya hemos dicho, renació el tema bajo la amenaza de las armas nucleares y de una tercera guerra mundial.  

¿Qué había cambiado entre 1826 y 1965? La sociedad, por supuesto. Las explosiones atómicas de Hirosima y Nagasaki cambiaron muchas cosas, pero entre ellas dió un impulso desconocido hasta entonces a la literatura y el cine catastrofista (que generalmente es también de ciencia-ficción). I am a legend (Soy una leyenda) de Richard Matheson y El último hombre sobre la Tierra (y su secuela, The Omega Man) son un buen ejemplo de ello. La última versión de este tema es la película Soy leyenda, protagonizada por Will Smith (2007).

De alguna manera, HG Wells rinde tributo a Mary Shelley, aunque desconozco si leyó la novela o tuvo alguna referencia indirecta de ella. El Viajero del Tiempo se convierte en el último honbre sobre la faz de la Tierra, aunque un último hombre reversible, ya que vuelve a su tiempo para narrar sus aventuras a sus amigos.