lunes, 7 de febrero de 2011

La Academia Comercial del señor Morley

El señor Morley había abierto su escuelita en 1849 después de haber batallado muchos años como maestro en otras escuelas. Era escocés y sin méritos académicos evidentes. El prospecto en que anunciaba su escuelita con nombre tan pomposo como el que da título a esta entrada daba gran importancia al "estilo sencillo y ornamental de la escritura, la aritmética y a la historia, singularmente la del Antiguo Egipto". Sin embargo, aunque anunciaba que daba clases de historia y del Egipto de los faraones y las pirámides, sin embargo habían desaparecido de su enseñanza antes de que el joven Bertie fuese a la escuela. El señor Morley era escocés, tenía una nariz como una fresa, usaba patillas grises y en clase vestía sombrero de copa, levita y corbata blanca, y se comportaba con la dignidad de un ministro del gobierno como poco. Su señora esposa era gruesa, de pelo rizado, usaba vestido negro de seda y una cadena de oro. Ayudaba a su esposo con los niños más pequeños. La escuela no era más que una habitación levantada sobre un fregadero con pupitres alrededor de las paredes y una estufa en el centro. La habitación de su dormitorio daba a la escuela, y en un rincón, una gran botella de tinta donde se llenaban los tinteros de los alumnos, un ringlero de pizarras y la vara con la que administraba justicia con golpes sobre las espaldas o posaderas de los mismos. También pegaba a sus pupilos con la mano, con los libros, con las reglas y con todo lo que encontraba más a mano. También solía obligar a los escolares a estar en posiciones incómodas con libros o pizarras en las manos hasta que les dolían los brazos. Se dirigía a los chicos (exclusivamente varones) con un desdén y una mofa, que Wells calificaba como terrible. Solo había una manera de coger la pluma y de escribir con un determinado ángulo, y Wells, que de pequeño fue poco dado a someterse a los que él creía reglas injustas y arbitrarias, pagaba las consecuencias sintiendo los nudillos del maestro golpear su cabeza. Les gritaba desde el pupitre y tenía odios violentos y preferencias irracionales (el joven Bertie era uno de sus preferidos). A las torturas físicas sumaba pues las psicológicas. El número de alumnos solía ser de 25 ó 30.

Los alumnos iban a clase por la mañana y por la tarde. A veces por la tarde, y con el sopor provocado por la digestión de la comida, el viejo Morley se dormía la siesta sentado en su sillón tras su pupitre, y los alumnos aprovechaban para echarse papelitos los unos a los otros, decirse groserías, hacerse muecas, dibujar en sus pizarras, contarse cuentos, jugar a las canicas y otros juegos similares. A veces por la mañana no le daba tiempo para afeitarse antes de abrir su pequeñaescuela y lo hacía mientras los niños hacían las tareas que les había impuesto. En esas ocasiones solía acudir repentinamente a mirar por la ventana que separaba ambas habitaciones, con la cara medio enjabonada y con la navaja de afeitar en la mano, y mirando con una turbia miradaque no presagiaba nada bueno a quien se hubiese movido de su pupitre.

Aplicando el viejo refrán castellano de "la letra con sangre entra", conducía a sus alumnos por la senda de la sabiduría hasta que consiguieran un título privado concedido por una asociación de profesores, de la que Morley formaba parte, llamada Colegio de Preceptores (con mención especial de profesores de comercio) y que les facilitaba después para trabajar como empleados de comercio llevando las cuentas de estos establecimientos.

La mayoría de los alumnos eran pensionistas de casas públicas (¿?) de Londres y de otros hogares no muy adecuados para el crecimiento de la juventud. Otros eran mediopensionistas ya que vivían en las granjas de los alrededores. Unos pocos eran de la localidad.

El señor Morley era anticuado, pretencioso, superficial y ruin. A pesar de todos estos defectillos, Wells opina que fue beneficioso para él. Trató de sacar algo bueno de sus alumnos. Aunque era un maestro de lo más tradicional, formaba parte de la ya mentada asociación "Colegio de Preceptores", una asociación de escuelas en pro de la modernización de la educación. Daba conferencias sobre métodos educativos y preparaba exámenes para el diploma de maestro. En opinión de Wells, a pesar de todo, era mejor maestro que la mayoría de las Escuelas Nacionales (públicas). Asegura que su madre acertó a llevarle a él y a sus hermanos a esta escuela de clase media. Tal como describe la escuela en su libro de memorias, tras leer la anterior afirmación asusta pensar como serían las escuelas nacionales.

Ya que no daban historia, y menos la del Antiguo Egipto, si daban clases de aritmética, lengua y de teneduría de libros por partida doble con cantidades inventadas por él, para acabar confeccionando la cuenta de Pérdidas y Ganancias y el Balance. Para entender que era esto, hay que saber que la teneduría de libros hace décadas que ya no se estudia en ningún sitio, ya que los programas de ordenador la sacaron de los planes de estudio. Y en cuanto a la mecánica de la contabilidad, se estudia en primer año de las facultades de ciencias económicas, es decir, con 18 años mínimos. Wells, como el resto de sus compañeros, empezó a estudiar a los 7/8 años, edad en la que hoy los niños están en 2º/3º año de primaria. Lógicamente este plan de estudios era de locos, y estaba basado solo en la memorización y repetición ad infinitum de los ejercicios. Probablemente los niños y chicos no entendían nada el motivo de porque las cosas se hacían de una determinada manera y no de otra. La enseñanza consistía en repetir una y otra vez los ejercicios hasta que los chicos los memorizasen. Esto exasperaba al jovencito Wells, que por ser inteligente, era reacio a la repetición continúa. Bertie era superior, no solo en inteligencia, sino también en conocimientos a los demás chicos de la escuela, ya que él afirmaba que era el único que había leído aunque fuese un solo libro (había leído varios, además de revistas). Sin embargo, la cara de la moneda era cuando el viejo Morley les planteaba algún problema matemático o el análisis gramatical de alguna sentencia, y el jovencito era el único que respondía y bien. La cruz eran repetir una y otra vez los malditos ejercicios de contabilidad. A consecuencia de ello, y a pesar de su desinterés por la teneduría de libros, el maestro le tomó cariño y a veces le ponía de ejemplo a los demás. El señor Morley, para avergonzar a los más mayores solía nombrarle en esas ocasiones "mocito de siete años", poniendo énfasis en su escasa edad, pero parece que esas mentes poco inteligentes no les provocaba desazón el intento del maestro de estimular mediante la vergüenza su aprendizaje. Wells de adulto fue vanidoso y le gustaba ser el centro de atención de cualquier reunión. Además, como el niño Wells a sus 7 años había leído varios libros, solía contar cuentos e historietas basadas en sus lecturas, y como tenía gran imaginación, se inventaba lo que le daba la gana.

En resumidas cuentas, tenemos a un niño de 7 años, a punto de cumplir 8 (los cumplió el 21 de septiembre de ese año 1873, al poco de entrar en la escuela), claramente más inteligente que la media, un poco vanidoso, que le gustaba ser el centro de atención de cualquier círculo social (recuérdese que sus hermanos mayores lo acusaban de ser muy chillón y le tapaban la cara con la almohada), que odiaba la rutina educativa y que no aceptaba con facilidad las imposiciones de los mayores que no le fuesen argumentadas (como por ejemplo la educación religiosa que su madre pretendió meterle entre ceja y ceja.

Aportado por compinchados

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