miércoles, 20 de abril de 2011

Camino al trabajo infantil

"Pero este fue un mero vistazo al paraíso de verano en el camino a mi primera salida de mi vida. Mi madre, creo que lo he dejado claro, era, dentro de sus límites, una mujercita muy decidida. Casi tan incuestionable como su creencia en Nuestro Padre y Nuestro Salvador, era su creencia en los pañeros. Ignoro si aquel novio insignificante y sin corazón de sus primeros años fue un pañero, pero sin duda pensó que vestir un traje negro y corbata detrás de un mostrador era la mejor de todas las formas posibles de ganarse la vida, al menos para los hombres de nuestra clase social. Ella había atado a mi hermano Frank, que apenas presentó una débil resistencia, al señor Crowhurst, en la plaza del mercado de Bromley, por cinco años, y había obligado a mi hermano Freddy a trabajar para Mr. Sparrowhawk [señor Gavilán en español] de Pavement, por cuatro años, para que obedecieran a esos caballeros como si fueran sus padres, y a aprender todo el misterio de las cortinas, y ahora estaba haciendo un intento de encarcelarme a mí también, y determinar mi futuro."


Interrumpo la traducción en la mitad del párrafo para señalar que el subrayado de la palabra atado es mío, y el uso de esta palabra no es un mero recurso literario del autor, sino que el autor se refiere a un tipo especial de contrato basura (como decimos actualmente), aún mucho peor que los que ahora se hacen. Tan solo adelantar que, en virtud de un supuesto aprendizaje que casi nunca era real, la madre de los hermanos Wells no solo no cobraba ningún sueldo por su hijo, ni bajo ni alto, sino que además tenía que pagar una cierta cantidad de dinero por adelantado por el supuesto aprendizaje, y si el chico no cumplía con sus obligaciones laborales al gusto del dueño de la tienda de telas, era despedido y la familia no recuperaba ninguna cantidad de dinero. Pero este será un tema de otra entrada posterior. Sigamos con la traducción del párrafo:

"[Mi madre] No había caído en la cuenta que mi habilidad para el dibujo y la expresión oral tenían algún valor. Como mi pobre padre estaba solo en la casa del Atlas, -el uso que él hizo de sus ocho años de soledad no conciernen a esta historia- una tienda de Bromley no era un lugar apropiado en el que yo pudiera crecer como el perfecto pañero. No le gustaba enviarme lejos donde nadie pudiera vigilarme y cuidarme, porque sabía que habían peligros que acechan a los jóvenes que no son supervisados. Así que encontró una solución apresurada a su problema enviándome al aprendizaje en la pañería de los señores Denver y Rodgers de Windsor, enfrente del castillo. Allí mi moral estaría bajo la supervisión de Surly Hall. Y a partir de los señores Rodgers y Denver, tuve mis primeras impresiones de la vida intensamente indeseable que ella me había destinado. Yo no tenía ni la menor idea de lo que me esperaba. Fui a encarar mi destino sin cuestionamientos, como mis hermanos lo habían hecho antes que yo."

"Me han dicho que para muchos niños pobres, abandonar la escuela y encaminarse a un empleo a la edad de trece o catorce años es una experiencia muy estimulante. Pero eso es porque reciben una paga, y tienen tiempo libre por la tarde y los domingos, y una dieta mejor. Y quedan libres del fastidio de las lecciones y las tareas de la escuela. Pero a mi me hubieran gustado más las lecciones y las tareas escolares que el aprendizaje de dependiente de telas. Un escándalo enorme, totalmente injustificado, se hacía sobre los aprendices comerciales que acuden a aprender, y en aquellos tiempos, mlos padres de la víctima, si era "interno", por lo general pagaban una prima de más o menos cuarenta o cincuenta libras por su inmolación. Yo sabía que el nuevo comienzo significaba un adiós a muchas cosas de niño. Yo había visto a mis dos hermanos pasar a la servidumbre, y todavía recuerdo a mi hermano Freddy jugar un último partido a las canicas con ladrillos de juguete sobre una mesa inclinada, un juego que le gustaba especialmente antes de ser sometido al yugo del sr. Gavilán y comenzó el ritual del mantenimiento, guardar y poner en orden, inclinarse sobre el mostrador, estar atentos y medir el tiempo, rutina que ocupó más de cuarenta años de su vida. Sabía a lo que iba, y ese juego se jugaba con solemnidad de sacrificio. "Me gusta este juego", dijo Freddy, que siempre había mostrado un estoicismo suave. "Es la hora de la cena, Bert... Vamos a guardar todas tus cosas".

"Era el momento de alejarse de todo, de los libros, de los dibujos y pinturas y de toda clase de pequeños placeres, dejar de escribir historias e imitar a Punch, abandonar todas las esperanzas vanas y los sueños, y servir a un empleador".

"Yo odiaba en ese lugar en el que había sido puesto desde el principio, pero era demasiado infantil como para ejercer una resistencia real al cierre de la prisión sobre mi. Pero no pude, no quise, entregarme de manera satisfactoria a esa vida extraña y restringida. Fue solo por suerte que la cárcel me rechazó."

No hay comentarios:

Publicar un comentario