jueves, 7 de abril de 2011

Su primera salida

HG Wells fue siempre bastante viajero. Son innumerables los países que visitó. El más habitual era Francia, donde durante muchos años vivía la mitad del año que comprende desde la primavera hasta el otoño, y donde se compró dos casas (primero una y después otra) en la Riviera francesa. Estuvo en Italia, Alemania, España, en Checoslovaquia en el periodo de entreguerras, en Rusia tres veces, en Suecia, en Estonia, en EEUU, en Australia, ... Todos estos países son los que he podido documentar al investigar la vida del escritor.

Pero todo tiene un principio. Su primera salida fue Windsor, en el verano de 1880. La madre tenía un primo segundo llamado Thomas Pennicott, y al que los chicos llamaban tío Tom. Veamos que nos cuenta el escritor en sus memorias, Experimento en autobiografía, pág. 84:

"Creo que él [su tío] la había admirado y ella le había ayudado cuando eran jóvenes en Midhurst. Él fue uno de los testigos de la boda de ella. Era gordo de cara redonda, bien afeitado, de pelo negro, analfabeto, de buen humor y sagaz. Había seguido la tendencia dominante en la familia de mi madre de ser taberneros, y lo había sido en el Roble Real enfrente de la Estación de Ferrocarril de South Western en Windsor con tal buen resultado, que fue capaz de comprar y reconstruir la posada a la orilla del río, llamada Surly Hall, muy visitada por los bebedores de Eton durante el verano. Los bebedores remaban por las tardes y ahogaban la sed arremolinándose alrededor de la barra y en el césped, consumiendo a voz de grito moscas aplastadas y otros refrescos con nombres extraños. Había un transbordador para cruzar el río, botes y punts, mesas verdes bajo los árboles, una colección de pájaros disecados en descomposición, huevos de avestruz, abalorios y artículos diversos, una casita de yeso blanco y cubierta de alquitrán llamado el Museo, un islote y un prado bordeado de sauces para los campistas. Surly Hall hace tiempo que desapareció en las orillas del Támesis, aunque creo que Monkey Island, media milla aguas arriba, todavía continúa"


Los punts son típicos botes ingleses de fondo plano que se impulsan con pértigas o bicheros en vez de remos. El lugar se puede ver en este enlace de Google maps. Naturalmente es un mapa actual. Se puede ver al norte la ciudad de Eton, y más al norte Eton College, donde se educaban las elites británicas que gobernaban el Imperio. Al sur, la ciudad de Windsor, donde estaba situada la posada del tío Tom, Surly Hall. Cerca de la ciudad de Windsor estaba (y está) el célebre Castillo de Windsor, una de las residencias de la familia real británica.

Era una excelente costumbre del tío Tom invitar a los chicos de Sara para las vacaciones; no era una costumbre invariable, pero sucedió muchos años [...] Los tiempos de mis hermanos coincidieron con los del Roble Real, [la anterior posada del tío Tom] pero yo tuve la suerte de visitar Surly Hall durante mis tres últimos años escolares. Allí aprendí a puntear [del verbo inglés punt, impulsar un bote especial de fondo plano con una pértiga], jugar al pádel y a remar, pero la corriente era demasiado fuerte para intentar aprender a nadar sin la ayuda de alguien. No aprendí a nadar hasta pasados los 30.

Mi tío Tom era viudo, pero tenía dos hijas adultas en la veintena, Kate y Clara. Ellas compartían las tareas de la posada con una o dos camareras contratadas. Todas ellas me consideraban como un divertido hermano temporal más joven. Kate era la hermana más seria, una rubia con aspiraciones intelectuales, y que hizo mucho para estimularme a dibujar y leer. Tenían una colección de las obras completas de Dickens que leí profusamente, y un montón de Family Heralds, de los cuales lo que más recuerdo es una traducción de Los misterios de París de Eugène Sue, que en aquel momento me pareció el mayor romance del mundo. Todas estas mujeres jóvenes me animaban a hablar, porque decía cosas inesperadas. Pretendían flirtear conmigo, y me usaban como una apropiada carabina cuando los clientes jóvenes querían ligar con ellas sobre el césped al crepúsculo, y la señorita King, la camarera jefe, y Clara, se convirtieron en mi devoción sentimental. Todo esto ayudó a educarme.

Un día apareció en el jardín una encantadora visión del aleteo de una muselina como una de las damas de la Primavera de Botticelli. Era la gran actriz Ellen Terry, entonces en su plena belleza, que había acudido a Surly Hall a estudiar un papel, y que entonces era visitada por sir Henry Irving. Inmediatamente dejé de considerarme comprometido con la señorita King y se me permitió llevar la diosa en barca, enseñarle donde se encontraban los mejores lirios blancos y conseguirle un gran ramo de nomeolvides. Había una gran cantidad de nomeolvides entre los juncos, en una curva sobre la lisa superficie del agua marrón y, bajo unos grandes árboles, y muchos lirios blancos y amarillos sobre los que se cernían las libélulas. Era mucho más fino, pensé, que los estanques de peces de Keston, que hasta entonces había sido el lugar más bonito de mi mundo, y en Keston no había ningún campo de pádel o barcas impulsadas por remos o bichero, en los que perder el tiempo horas y horas.
Este es el final de los recuerdos de HG Wells sobre aquel verano de 1880, un verano que cincuenta y cuatro años más tarde, al escribir sus memorias, recordaría como casi idílico. Sin querer emular a Sigmund Freud, me parece que los recuerdos sobre aquellos dos meses del verano de aquel año que pasó en Surly Hall, y que él relata en un tono casi paradisíaco, están bastante matizados por los hechos que le sucedieron en los siguientes años, hasta 1895, hechos que con altibajos, supusieron la bajada de HG Wells al infierno del trabajo infantil en primer lugar, a estudiar en la Universidad con una beca de 1 libra al mes, ingreso insuficiente como para alimentarse, y posteriormente, dedicarse a trabajos ínfimos tan mal pagados de los que apenas podía sobrevivir.

Pero aparte de los flirteos con sus primas y las camareras, de los galanteos inocentes con la famosa actriz y de sus primeras incursiones en varios deportes, la estancia en Surly Hall le permitió seguir con sus lecturas que había iniciado cuando se rompió una pierna, y que había continuado, alentado por su padre, y medio a escondidas de su madre.

Y hablando de su madre, aunque a la distancia, ella fue decisiva en lo que le pasó en los siguientes años, como veremos en las siguientes entradas.

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