Italo Calvino terminó su maravillosa antología, Cuentos fantásticos: visionarios y de todos los días con "El país de los ciegos" de HG Wells. Para Calvino, ese famoso cuento fue una "meditación sobre la diversidad cultural". Es cierto que ese es un posible punto de vista, aunque yo tiendo a sospechar que Calvino está siendo, como suele ser habitual en él, irónico. Cualquiera que sea lo que Wells pretende, esta rara historia encuentra su lugar entre la historia de Saturnino de Borges, "El inmortal", y la novela aterradora de Saramago, "Ensayo sobre la ceguera". El Inmortal narra las peripecias de un romano, Marco Flaminio Rufo, quién al mando de doscientos soldados y algunos mercenarios, busca un río en el desierto que da la inmortalidad a quién bebe sus aguas. Pierde a sus soldados, encuentra el río, bebe sus aguas, y se da cuenta de que los trogloditas que viven derca del él, llevan vivos miles de años. Emigra a la ciudad subterránea de los trogloditas. Marco descubre que la inmortalidad es una condena, y busca otro río y lo encuentra en África el 4 de octubre de 1921. En Ensayo sobre la ceguera, Saramago habla de un país imaginario donde una extraña enfermedad azota a todos sus habitantes menos uno, dejándoles ciegos. En su cuento, Borges nos muestra el horror de la inmortalidad del envejecimiento, y en su novela, Saramago alegoriza el fascismo como una tiranía de ver más que los ciegos. Wells, por una vez, implícitamente se amonesta a sí mismo, tal como satiriza a Nunez ("Bogotá" para los ciegos) por lo que Calvino llama "pretensiones de creerse superior", pero finalmente exalta a su protagonista con la obtención del amor de una bella mujer, con el fin de salvar su vista. Mujeriero apocalíptico, como era él con notoriedad, Wells aprende la sabiduría de que, en el país de los ciegos, sólo los ciegos pueden gobernar.
"El país de los ciegos" es una historia corta publicada por Wells por primera vez en un número de la revista Strand Magazine en abril de 1904 e incluida en una colección de historias cortas llamada "El país de los ciegos y otras historias", de 1911. Es una de las historias más conocidas sobre la ceguera en la literatura mundial.
Cuando trata de escalar la cima sin conquistar del Parascotopetl, una montaña ficticia en Ecuador, un montañero llamado Nunez resbala y cae por una ladera nevada en el lado en el que siempre da la sombra, donde encuentra un valle aislado del resto del mundo por profundos precipicios. La ciudad data del tiempo de los conquistadores españoles. Los ancestros de los habitantes huyeron de la represión española. Una extraña enfermedad se propaga entre ellos que provoca que todos sus descendientes nazcan ciegos.
Una vez en el valle, Nunez piensa en el refrán: "En el país de los ciegos, el tuerto es el rey". Nunez intenta gobernar la comunidad, pero los gobernantes, que no tienen ningún concepto de la visión, y que durante siglos se mantuvieron a ciegas, no consideran que la visión sea ventaja alguna. Nunez intenta explicarles que es la visión, pero fracasa y debe resignarse a vivir entre ellos porque regresar al mundo exterior es imposible.
Nunez es asignado a vivir con Yacob y se enamora de su hija más joven: Medina. El amor es correspondido, y cuando Nunez pide la mano de Medina
Borges, influenciado por Wells, nos da la impresión de que este último sigue al fabulista argentino. Acabo de releer "El país de los ciegos" por primera vez en décadas, y tenía que seguir luchando contra la impresión de que estaba leyendo a Borges, una sensación que empieza en el primer párrafo del cuento:
A unas trescientas millas más allá del Chimborazo, a cien de las nieves de Cotopaxi, en las laderas más salvajes de los Andes, yace ese misterioro valle, aislado del mundo de los hombres, el País de los Ciegos. Muchos años atrás el valle estaba bastante abierto al mundo hasta el punto que los hombres podían llegar hasta él a través de gargantes espantosas y por pasos helados hasta llegar a sus prados; y hasta allá llegaron familias de peruanos mestizos huyendo de la codicia y la tiranía de los malvados gobernantes españoles. Entonces sucedió el formidable estallido del Mindobamba, cuando se produjo una noche en Quito que duró diecisiete días y el agua hervía en Yaguachi y todos los peces flotaban muertos incluso tan lejos como en Guayaquil; en todos los lugares a lo largo de la costa del Pacífico, la tierra se deslizaba y se produjeron repentinos deshielos e inundaciones, y todo un lado de la cresta del viejo Arauca se deslizó pendiente abajo e hizo un ruido tremendo como un trueno, y separó el País de los Ciegos de los pies de los exploradores para siempre. Uno de aquellos primeros pobladores le pilló en el otro lado de la garganta en el momento en que el mundo era zarandeado de forma tan terrible y tuvo que olvidar a su mujer, a su hijo, a todos sus amigos y a sus posesiones que había dejado allí, y empezar de nuevo otra vez en el mundo de bajo. Pero se volvió ciego y murió de privaciones trabajando en las minas. Pero la historia que contó engendró una leyenda a lo largo de la cordillera de los Andes que aún hoy perdura.
¿Qué podemos inferir del narrador de la historia? Sólo que en el momento de la historia es anciano, es un sabelotodo y desapasionado y que, si quiere, puede hacer la pregunta de Nietzsche: ¿Quién es el intérprete y que poder busca ganar en la historia? Su retórica es extrema: "salvaje", "misteriosa", "expantosa", "formidable" y "terrible", estableciendo así una tonalidad narrativa que nos prepara para esta historia rara, en la que un valle paradisíaco y feliz es golpeado por una enfermedad que ciega a todo el mundo para siempre. Y pasaron quince generaciones en las que la ceguera se volvió la norma y el estado natural.
Nunez cae literalmente en el valle de los ciegos. Se enfrenta a casas sin ventanas, y a los habitantes ciegos, cuyos sentidos, a través de las generaciones, se han vuelto extraordinariamente buenos. Nunez recuerda el viejo proverbio: "En el país de los ciegos, el tuerto es el rey", y decide que él será el rey. Pronto descubre que esos ciegos, que a él le parecen salvajes sin formación:
Vivían con una confianza y precisión maravillosa en su mundo ordenado. Todo lo que ves encaja perfectamente en sus necesidades. Cada uno de los caminos que parten del valle tienen un ángulo constante con los demás y se distinguía por una muesca especial en sus nudillos. Todos los obstáculos en los caminos y en los prados hacia tiempo que habían sido eliminados. Todos los métodos y procedimientos nacieron especialmente de sus necesidades especiales. Sus sentidos se volvieron maravillosamente agudos; podían oir y juzgar el gesto más ligero de un hombre a una docena de pasos de distancia—podía oir los latidos de su corazón. La entonación de las palabras habia reemplazado a las expresiones faciales entre ellos, y su trabajo con la pala, la azada y la horca era tan seguro como cualquier otro trabajo manual. Su sentido del olfato era extraordinariamente fino; podían distinguir diferencias individuales como cualquier perro; e iban a las querencias de las llamas, que suelen vivir en los sitios escarpados, con facilidad y confianza. Pero fue sólo cuando Nunez pretendió hacerse valer que se dio cuenta de lo fácil y seguros que sus movimientos podían ser.
Como una permanente persona de afuera, cuyo orgullo de ver continúa, Nunez absorbe la nueva realidad muy lentamente. Se pelea, lucha, es derrotado, huye y vuelve muerto de hambre. Gradualmente se va convirtiendo en un ciudadano apenas aceptado del País de los Ciegos, y se enamora de una mujer joven, pero no puede casarse a menos que consienta ser cegado. Al amanecer huye del valle a las montañas hasta: "Que el resplandor de la puesta del sol pasó, y llegó la noche y aún yacía pacífico y satisfecho bajo las estrellas frías y claras." Y así termina la historia.
A regañadientes disiento de Calvino, a quién personalmente venero y cuyos escritos continúo amando. Pero el proverbio del supuesto reinado del tuerto me parece irrelevante para entender la historia y puede haber sido un auto-engaño por parte de Wells. Cuando recuerdo el cuento, aparte de su texto, me viene a la memoria es la solidaridad y la autosuficiencia de la comunidad de los ciegos. Ellos nos parodían, y exponen nuestra habilidad de ver sólo como una variedad de su ceguera. Nunez no es una figura más introspectiva o simpática al final, confortado por la luz de las estrellas que cuando estúpidamente se vio como el rey de esos hombres, mujeres y niños ciegos. Wells fue el último de los escritores shakesperianos ingleses, más incluso que Daniel Defoe y Jonathan Swift. Wells tenía una gran capacidad para crear argumentos y tramas, pero eso lo aleja del rey de los escritores. Wells, frente a las sublimes ficciones de Henry James, solo era capaz de responder con estúpidas parodias que picaron el orgullo de James pero que son triviales para nosotros. Pero aún hoy Wells es uno de los escritores más populares de su tiempo. ¿Por qué?
"Fascista liberal" no parece ya un oximoron en los EEUU de 2004, donde la profecía de Orwell, donde la profecía de Orwell se está cumpliendo, con tan sólo una desviación de dos décadas. Wells, quien junto a Poe y otros pocos apadrinó nuestra ciencia ficción, tenía la esperanza de que la historia podía ser curada por la tecnología y por tiranías científicas benignas. Esta es una profecía suya errónea, pero como Poe, el soñó con pesadillas ineludibles. Poe fue un estilista terrible y Wells (por lo menos), uno gris. Como un emersoniano, me gusta murmurar: "No hay historia, sólo biografía." Wells, individualista heróico pero un fascista burgués, se asoció a sí mismo con la pesadilla de la historia, de la cual me gustaría despertarme, pero no puedo.
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