domingo, 15 de enero de 2012

Cuestión de conciencia

Entramos en el punto 5º del capítulo 4º denominado Cuestión de conciencia. Los que hayan seguido las diferentes entradas de este blog, podrán darse cuenta de que habían tres temas que obsesionaban al joven Bertie, tal como le llamaban en su familia: el sexo, la religión y la familia real. Cuando entró en la universidad, tomó conciencia política. En esta entrada pasamos del sexo (que le obsesionó durante toda su vida) de la entrada anterior a la religión (de nuevo). Y esta vez, en forma de confirmación obligatoria, donde por una vez, su madre jugó un papel pequeño.

En Midhurst tuve una pequeña y rara lucha entre el orgullo y la sabiduría práctica. Hice algo que hirió profundamente mi honor privado profundamente. Me arrodillé en el altar en la iglesia de la parroquia e incliné mi cabeza hacia la mano del obispo y fui confirmado, mansa y sumisamente como miembro de la Iglesia de Inglaterra. Puedes considerarlo como una mera formalidad, pero yo no lo vi bajo esa punto de vista. Me sentí como uno de los primeros cristianos pudo haberse sentido, quién por razones internas y de mundanas, había consentido en quemar un poco de incienso al Divus César.

Pero me encontré arrinconado en una esquina. Byatt se dio cuenta de que yo no había sido confirmado todavía, y que en los estatutos de la Escuela Secundaria, todos los miembros del cuadro docente tenían que estar confirmados. Si yo tenía que continuar devorando y regurgitando hechos científicos, el asunto tenía que ser corregido inmediatamente. Sugerí que tenía dudas. "¡Mi querido amigo! ¡Mi querido amigo! No debes hablar así. Déjame que te preste Las Evidencias de Paisley. Esto te pondrá bien con Dios. Y positivamente sabes que debes...

Positivamente sabía que debía.. No había ningún trabajo visible para mí en el mundo si no continuaba en la aventura de Midhurst. Abandonar ahora sería como saltar de un barco en medio del Atlántico. Si me negaba, todo el peso de la situación caía sobre mi madre. Conforme crecía, ella me parecía más pequeña y débil y menos me importaba hacerle daño. Acepté y le dí una gran alegría. Durante un ntiempo, estoy seguro de ello, Nuestro Padre recibió alabanzas de nuevo como sincero agradecimiento. Byatt dispuso que yo estuviera preparado especialmente y con rápidez por el cura para el ya próximo servicio de confirmación.

En circunstancias más difíciles, yo podría haber tenido un cierto grado de diversión a costa del cura, pero yo estaba demasiado mortificado y amargado. Nos sentamos el uno enfrente del otro en una mesa en sus aposentos. El cura era un joven sensible con una hermosa y resonante voz en el servicio religioso y que hizo lo que pudo para mantener nuestra conversación alejada del negocio que teníamos entre manos. Pero yo estaba decidido a hacerle decir todo sobre el Darwinismo y la Geología en la historia bíblica, sobre la fecha exacta de la Caída de Adán y Eva, sobre la naturaleza del Infierno, sobre la Transubstanción y sobre los beneficios exactos de la comunión, etc. No trataba de discutir. Él era una de esas personas con rostro encendido y cuyos ojos tratan de evitarte y cuyas voces suben de tono a la menor necesidad de esclarecer algo.

El organo sonó, el servicio comenzó. Al lado de un auténtico caballero de mi edad, caminé por el pasillo central y me arrodillé. Después de unos minutos, tomé y comí un pequeño cubito [de pan] que representaba la carne de mi redentor y tomé un pequeño sorbo de un vino dulce de un cáliz, del cual se me aseguró que contenía su sangre. Más tarde, para agradar a mi madre, tuve repetir la actuación en Harting y esto puso punto final a la Teofagia.

Pero mi herida en mi honor duró muchos años antes de que pudiera perdonar a la Iglesia. No creo que la haya perdonado aún todavía.

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