martes, 25 de enero de 2011

Las razones de un fracaso

En las primeras frases de esta entrada cité al mismo escritor quien afirmó que su padre era un hombre fracasado. HG Wells no da más pistas, pero su hijo si. Veamos porqué fracasó.

José Wells nació en el condado de Kent, en una hacienda llamada Penhurst Place. Su padre, abuelo del escritor, también nació allí, lo que significa que sus bisabuelos vivían allí. Estaban pues asentados allí desde algunas generaciones antes, aunque no sabemos cuantas. El abuelo José Wells empezó a trabajar allí desde los 12 años y acabó, tras una vida de dedicación y entrega a su trabajo sin límites de horarios ni festividades, siendo jardinero jefe de la finca. Su jefe, Phillip Charles Shelley Sidney fue nombrado primer barón de L'Isle y Dudley. En este enlace en inglés se menciona que residía en Penhurst, en el condado de Kent. Obviamente, ser el jardinero jefe de una persona tan rica e importante tiene su recompensa. Al final de su vida vivía gratis en una casita, supongo que humilde, en la esquina sudeste de aquella inmensa propiedad que contaba con una colegiata de estilo medieval y Tudor, así como de otros edificios de los siglos XVI y XVII. El rango de jefe de los jardineros era solo un poco inferior al del mayordomo y al de la ama de llaves, y era el jefe de un buen puñado de jardineros y ayudantes. Entró a los 12 años como ayudante de jardinería y acabó sus días satisfecho del lugar que había alcanzado con su esfuerzo de años. Ayudó a sus hijos varones a establecerse como pequeños comerciantes o aparceros en otras tierras. Como hemos dicho, también ayudó a sus hijo a comprar la Casa del Atlas y a establecerse como tendero, aunque esa no fueron en principios sus intenciones.

A su hijo menor no le tenía preparado un futuro como tendero, sino como jardinero. Le empleó en una finca colindante con Penhurst Place y que se llamaba Redleaf. El propietario de esta hacienda se llamaba, ¡ojo al dato!, William Wells. Ya tenemos tres Wells en danza, y aún falta el cuarto. Así como Phillip Charles Shelley Sidney había conseguido su título nobiliario y otras prebendas al casarse con la hija ilegítima del rey, el Tigre Wells, como era conocido, ganó su riqueza peleando duro en las Indias Orientales. Cuando volvió a Inglaterra, compró la hacienda Redleaf, era un hombre ya mayor, liberal por vocación, con aire de mecenas y con la única diversión de ocupar sus horas en la jardinería. Sus jardines llegaron a tener mucha fama, y la gente acudía a visitarlo cuando el orgulloso propietario les permitía entrar. Construyó un jardín americano, y el primer jardín exótico y silvestre de toda Inglaterra. Su finca fue descrita con detalle en un número de una revista especializada en jardinería. Y el jardinero jefe de Redleaf se llamaba ¡José Wells! Este hecho hizo que en su Experimento de Autobiografía HG Wells se confunda, no mencione al jardinero y asegure que el dueño de Readleaf se llamaba José Wells. Nada sorprendente si tenemos en cuenta que el escrito escribió sus memorias con más de 60 años de edad.

Hg Wells describe en su libro de memorias que el dueño de Readleaf fue un mecenas para su padre. Asegura que le prestó libros de botánica y de jardinería para que mejorara su preparación, y atribuye el fin de esa época dorada en la juventud de su padre a la muerte del propietario de la hacienda. Sin duda esta versión está influenciada por su padre.

HG Wells asegura: «... en verano, nada más terminar la jornada de trabajo, mi padre echaba a correr, según me dijo él mismo, por espacio de una milla, o puede que más, a toda velocidad, a fin de llegar con tiempo a la cancha de Penshurst y poder disfrutar de media hora jugando al cricket, antes que el atardecer hiciera invisible la pelota...». Más adelante José Wells fue un destacado jugador de criquet.

Cierto es que José Wells era muy joven, estuvo trabajando allí desde los 16 hasta los 19 años. Pero nunca trabajó un minuto más de lo estipulado. A diferencia de su padre, no puso ahínco, esfuerzo no corazón en la profesión a la que su padre le había dedicado. De repente William Wells falleció, la propiedad se vendió, su padre con más de 70 años se jubiló, y se quedó, por decirlo de alguna manera vulgar pero bien explicativa, con el culo al aire.

Pero además José Wells tuvo la mala suerte de quedarse sin trabajo a los 19 años (1847) en una década que fue llamada "la hambruna de los cuarenta". Una serie de malas cosechas llevó a dos millones y medio de británicos a emigrar, como llegó a pensar José Wells. Justo además el año 1947 fue el peor de la década. Los empleados de servicio necesitaban referencias y cartas de recomendación que eran escrutadas al milímetro. En una situación de hambruna, las referencias poco entusiastas o neutras no eran tenidas en cuenta. Las referencias debían hablar de la pulcritud, de las buenas maneras, de su buen carácter, de su aseo personal, de su honestidad, de su sobriedad y de su capacidad de convivencia con los otros criados. El amo podía ser un hujo de puta, pendenciero y bebedor (como ya dijimos José Wells tuvo un amo así después de casarse), pero el criado solo debía beber agua y tener buen carácter. Huelga decir que José Wells no obtuvo nada de esto.

José Wells trabajó en 6 lugares distintos entre el verano de 1847 y el de 1855, seis lugares en ocho años, pero no trabajó todo el tiempo, sino que alternó momentos de colocación con otros sin trabajo. Entre mayo de 1853 hasta abril de 1854, casi un año, no se le conoció ningún trabajo. Por alguna razón que desconocemos pero que seguramente tiene que ver con su poca afición al trabajo, José Wells iba desperdiciando oportunidades.

Sigue en la próxima entrada.

Aportado por compinchados.

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