domingo, 29 de mayo de 2011

La anécdota del tren

"El colapso de la situación de Wookey fue tan rápido e inesperado que nos tomó a mi y a mi madre por sorpresa. Hubo otra vez un envio apresurado de cartas. No conozco los detalles. Tuve que ir desde Wookey a Surly Hall, bien porque debía esperar allí hasta que mi madre pudiera hablar con Miss Fetherstonhaugh sobre mi, o bien porque se consideró que todo el viaje desde Wookey hasta Harting era excesivo para mi.Incluso el viaje a Windsor era complicado para mi. Mi tío Williams me envió con instrucciones de tomar determinado tren, el último tren en Maidenhead. Allí tenía que cambiar de línea. Si perdía la conexión, debía pasar la noche en el Hotel Temperance, y a la mañana siguiente tomar el tren. Pero el primer tren disponible a la mañana siguiente salía hacia el mediodía (no recuerdo si me levanté tarde y perdí el tren anterior). Fui a dar un paseo por Maidenhead y llegué a una tienda maravillosa donde uno podía ser fotografiado y le daban una docena de ferrotipos por un chelín o por un chelín y seis peniques. Nunca había oído hablar de una oferta semejante y la tentación era irresistible. Me habian dado dinero para pagar la cuenta del Hotel Temperance y el billete del tren a Windsor, y me consideraba ilimitadamente rico. Pero después de adquirir los ferrotipos, de pagar un bollo y la cuenta del hotel, me encontré frente a la taquilla de la estación a las once y media con una docena de retratos en mi bolsillo, pero sin el dinero suficiente para pagar el billete. Tuve que dar un rodeo por Slough, y cambiar de tren. Fue un viaje más largo de lo que había imaginado. Salí de la estación sosteniendo mi pequeña maleta, que de repente, se había vuelto muy pesada en mis manos. “¿Por favor, me puede indicar el camino para Windsor?”, pregunté.

Supongo que la distancia que caminé fue un poco más de 4 millas, porque Surly Hall estaba en la carretera entre Windsor y Maidenhead. Todavía recuerdo la caminata como una de las más largas de mi vida. Cuando había caminado cincuenta yardas desde la estación de Maidenhead, ya había cambiado mi maleta de mano. Cuando había caminado un cuarto de milla, puse mi maleta en el suelo y reflexioné. Mis reflexiones no dieron fruto. Eran mis músculos y no mi mente lo que tenía que llevar mi maleta. Antes de haber completado una milla, ya estaba tratando de llevar la valija encima de mi cabeza. La tenía que transportar de alguna manera. Llegué después del crepúsculo, sentía los brazos como si fueran cadenas, cojeaba del dolor, estaba extremadamente agotado y me compadecía de mi mismo."

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