martes, 24 de enero de 2012

Paseando con mi padre I

Fuente.

Aquel verano de 1883 HG Wells lo pasó con su padre en la casa del Atlas. Ya era muy grande (el 21/9/1883 cumplió 18 años cuando ya estaba en la Universidad de Londres) y no lo admitían más en Up Park. Este es el último apartado (§ 6) del capítulo 6º de su Experimento de Autobiografía. Como entrada de blogger es un poco largo, pero también es el apartado más corto de este capítulo.

No había visto mucho a mi padre en aquellos tres años y tenía interés en volver con él y tenía en volver y estar con él. prácticamente en términos de igualdad. Había sido una persona mayor cuando yo era un escolar, pero ahora estaba creciendo y le iba sobrepasando a pasos agigantados. Nos convertimos en amigos y compañeros excelentes. La Casa del Atlas estaba más sucia, sin barrer y deteriorada que nunca, pero mi padre deambulaba en medio de aquel desorden muy cómodamente. Cocinaba muy bien, mucho mejor que mi madre, en la cocina subterránea y me hacía lavar y limpiar mi propio dormitorio, pero no nos escandalizamos por los otros aspectos de la limpieza. Él estaba mucho más cojo ahora que entonces y estaba engordando. Se ayudaba de un bastón grueso. Estaba calvo y conservaba sus ojos azules con una cara alegre y sonrosada y una barba cuadrada como el Rey David. Admiraba mis certificados y mis ambiciones de un modo franco y tomó un gran interés en la ciencia básica y en la filosofía que le enseñé de segunda mano.

La casa estaba en una especie de coma y nos daba muy poco trabajo. El único comercio que en ella se desarrollaba era la venta de artículos para el criquet. Cerraba la tienda después de la hora del té y se iba al campo de criquet. Si la gente deseaba comprar algo después de esa hora, golpeaban y sacudían la puerta inútilmente hasta que abandonaban. Los domingos estábamos libres para dar una buena caminata y para comer una comida campestre de pan y queso—o incluso de carne fría—varias millas alejados de casa.

Siempre había sido un poco lector y ahora leía todo lo que quería y con libertad. Leía el Daily News—de Richard Jeffries y Andrew Lang— y Longman's Magazine, de los días de R. L. Stevenson y Gran Allen. Sacaba libros de la librería del Instituto. Poco a poco rompimos con las inhibiciones naturales entre padre e hijo sobre la política y la religión y tuvimos una serie de charlas y discusiones.

Después de varios años de crecer mentalmente lejos de mi padre, aunque siempre fuimos muy buenos amigos, pero durante esos años de su estancia en Bromley, los dos estábamos al mismo nivel; si yo tenía algún conocimiento de algún tipo, él lo tenía sobre otro tema y nuestras conversaciones fueron un intercambio justo. La suya era una mente siempre fresca, en contraste con la de mi madre. No creo que mi madre tuviera otra idea después de dejar la escuela de Miss Riley. Sus ideas se desvanecieron, eso es todo. Pero la mente de mi padre continuó funcionando hasta el final. Jugaba al ajedrez por correspondencia con mi suegra a finales de los 70 y, por aquella época, desempolvó varios libros míos de la escuela y empezó con el álgebra y con los Elementos de Euclides, un mundo sin descubrir para él, adquiriendo bastante facilidad en la solución de ecuaciones cuadráticas. Empezó de nuevo en la Casa del Atlas bajo los estímulos de mi beca y los trabajos de W. H. Hudson y Grant Allen para repasar la botánica de Su Nuevo Jardinero del primero y la Historia Natural del segundo.

Se mirara como se mirara, mi padre era un hombre mejor que yo. Tenía todas las habilidades nerviosas y musculares y la rapidez mental de un buen jugador de criquet. Era un buen jugador, inteligente y perspicaz. Empezamos a jugar al ajedrez y a las damas, pero en el primero dejé de jugar porque acababa enfadado, en el segundo me ganaba abiertamente. Tenía unos amplios conocimientos sobre los campos, las plantas, las bestias y los pájaros que ridiculizaba mis conocimientos librescos sobre la materia. El campo alrededor de Bromley estaba siendo rápidamente invadido por el crecimiento de Londres. Erupciones de nuevas carreteras, cemento y ladrillos cubrían los verdes prados y, cuando yo tenía quince o dieciséis años, el oscuro y burbujeante Ravensbourne [río] entre sus sobresalientes árboles fue repentinamente tragado por un nuevo sistema de drenaje, pero mi padre se las arregló para ver y para hacerme ver un centenar de cosas del viejo orden de cosas, un aguzanieves, un nido de pájaros, un Martín Pescador, una trucha bajo un puente, el efecto del sol en un lugar pantanoso cerca de Kenston, el polen de los pinos que cae como una neblina, un águila en los helechos (de la cual yo le decía que era la Pteris aquilina). "Después iremos a buscar hongos a Camdem", decía. "Deben estar a punto ahora. Les pondremos sal de romero, hijo, y los comeremos crudos. Será fácil encontrarlos". Y cuando llegábamos a Camdem, allí estaban las setas, tal como él había predicho, como botones blancos que se esforzaban por salir de entre la hierba para nosotros.


Ya tenía ganas de hacer algún comentario después de esta traducción tan larga.El hecho de que la setas sean blancas y se encuentren en pleno verano me da la idea de que se trata de champiñones.

Tenía la habilidad de revivir el campo en medio de la avalancha de suburbanismo, al igual que él había tenido la habilidad de hacer crecer una parra y conseguir un florido arbusto de Wigelia en nuestro obsceno patio.



Si has seguido con asiduidad todas las entradas desde el principio, sabrás que hay una doble visión entre lo que Wells narró sobre su padre José y lo que su hijo Anthony West narró sobre la vida del mismo. Wells dijo, lo acabamos de leer, que su padre era mejor que él. West aseguraba que su abuelo José era mal marido, mal padre, mal jardinero, mal comerciante, que Sara y José se llevaban como el perro y el gato y que José intentó suicidarse [ver esta entrada]. La parra a la que se refiere Wells es la misma de la que, según West, José intentó suicidarse. Wells alaba a su padre como hombre de la naturaleza y buen jardinero. ¿Es verdad o intenta levantar un velo para ocultar otra cosa?

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