martes, 1 de mayo de 2012

El Hombre Invisible y la Mano Invisible II

Viene de El Hombre Invisible y la Mano Invisible: la crítica welsiana del capitalismo.

En estas circunstancias, la única cosa que puede garantizar la aceptación de Griffin es el dinero. La novela empieza con una transacción típica del mercado libre. Griffin toma una habitación en la posada, no por "caridad humana" como él sugiere al principio, sino por su habilidad para evitar un regateo y pagar la tarifa entera. El dinero en si mismo ya le confiere una especie de invisibilidad. Aún en un pueblo rural lleno de curiosos, el dinero es capaz de mantener su anonimato. Siendo los pueblerinos tan entrometidos como la posadera, ni siquiera se molestan enm aprender el nombre de Grffin, siempre y cuando pague sus cuentas con puntualidad. Vemos así como el dinero transforma a una comunidad tradicional. Los ciudadanos de Iping acostumbraban a realizar tratos comerciales cara a cara y sólo con gente bien conocida. Pero un completo extraño es capaz de vivir entre ellos en virtud del poder del dinero, que representa el funcionamiento impersonal del mercado.

Uno podría pensar que Wells podría dar la bienvenida a este poder como una fuerza de progreso. Como el mismo demuestra, una transacción de mercado permite a dos extraños perfectos, incluso aquellos que pueden tener razones para ser hóstiles entre si, a cooperar en una forma limitada para mutuo beneficio. El dinero parece ser una forma de ampliar, en gran medida, la gama de interacción social. Y en la representación de Wells, a pueblos como Iping les vendría bien una ampliación de sus horizontes. En general, Wells trata a los habitantes de la villa cómicamente, cusando risa por sus convencionalismos y supersticiones. Sin embargo, Wells parece ponerse de su lado, aceptando su modo de vida como la medida de la normalidad y presentando al Hombre Invisible como una figura siniestra, quién con su secretismo y la preocupación obsesiva por su privacidad, que perturba el funcionamiento pacífico de la aldea. Wells reserva sus críticas para la ciudad de Londres.

En la sección londinense de la narrativa de la novela, la invisibilidad de Griffin viene a simbolizar la debilidad y vulnerabilidad del hombre moderno, la forma en que se convierte en un cero a la izquierda bajo la presión de la sociedad de masas, la forma en que se pierde en la confusión de la multirud urbana. Griffin tiene, por supuesto, grandes esperanzas de que la invisibilidad le permita hacer lo que desee, pero una vez se vuelve invisible, en realidad descubre los nuevos problemas que su condición le va a causar. Emergiendo triunfalmente en las calles de Londres, esperando a "deleitarse de su extraordinaria vemtaja", se ve zarandeado por la masa del pueblo en la gran ciudad: "Pero apenas había surgido en la calle Great Portland ... cuando oí un choque que me causó una conmoción cerebral y fui golpeado por detrás... traté de meterme en la corriente de la multitud pero era demasiado espesa para mi y, en un momento, mis talones estaban siendo pisoteados." Esperando convertirse en un dios para sus compañeros londinenses, Griffin descubre literalmente que no es nada para ellos. Caminan derecho hacia él y sobre él.

La invisibilidad de Griffin se convierte así en una imagen llamativa de todo lo que Wells está tratando de mostrar sobre la impersonalidad del mercado. En la pequeña aldea de Iping, el problema de Griffin es que todo el mundo está pendiente de él: todo el mundo quiere meterse en sus asuntos. Su problema en Londres es exactamente el opuesto: es completamente ignorado. En Londres, nadie sabe nada de los demás o, al menos, un hombre puede ser un complato desconocido para sus vecinos más cercanos. Wells parece sugerir que incluso sin sus experimentos diabólicos, Griffin sería, en efecto, invisible en Londres. La moderna metrópolis urbana es una forma de comunidad particularmente atenuada, en la cual la gente vive junta pero tiene muy poco en común. Wells enfatiza este punto eligiendo al casero londinense de Griffin, "un viejo judío polaco" que habla en Yiddish en un momento clave. Londres no es simplemente una paradójica comunidad de extraños; es una comunidad de extranjeros que a veces incluso no hablan el mismo lenguaje.

Para Wells, entonces, ser invisible en Londres es ser un individuo en una economía de mercado vasta e impersonal que no proporciona raíces genuinas o comunitarias y que, por lo tanto, convierte al hombre en un ser puramente necesitado. A través de la historia, Griffin está sorprendentemente obsesionado con las necesidades básicas humanas: comida, ropa y un techo. Griffin termina encarnando todo lo que Wells ve erróneo en el capitalismo. Con nada para estabilizar su vida, Griffin está siempre en movimiento, incapaz de encontrar descanso. Griffin está continuamente maquinando contra sus semejantes, siempre tratando de ontener ventaja de cualquier situación. Se encuentra con todos los problemas del individuo emancipado en un mundo moderno e ilustrado. En este contexto, es muy apropiado que Griffin sea un científico, un hombre que trata de vivir solo por la razón y que rechaza todas las creencias religiosas tradicionales. Los habitantes de la villa están particularmente molestos porque él "nunca va a la iglesia los domingos."

Alejado de cualquier sentido de comunidad, el Hombre Invisible se convierte en un monstruo de egoísmo, gobernado solamente por sus deseos y voluntad. Y como su colega el doctor Kemp le describe: "Él es puro egoísmo. No piensa en otra cosa que en su propia ventaja, su propia seguridad." De este modo, Griffin le sirve a Wells como la representación del homo oeconomicus, el hombre que sigue su propio interés racional con exclusión de las otras consideraciones. En particular, el Hombre Invisible se convierte en el símbolo de Wells del consumidor puro. En ua escena maravillosa, Griffin invade el bastión del consumismo burgués, unos grandes almacenes. El fenómeno era lo suficiente novedoso en los días de Wells para que eĺ se viera compelido a que Griffin explique el concepto: "Me encuentro a las puertas de Omniums, el gran establecimiento donde se puede comprar de todo — carne, comestibles, lino, muebles, cuadros, incluso cuadros al óleo — una serpenteante colección de tiendas en vez de una sola tienda." La invisibilidad de Griffin le da acceso a toda la panoplia de bienes que el capitalismo produce. Sin embargo, Wells añade un giro a su mito del Hombre Invisible para sugerir el caracter autodestructivo de la economía capitalista y su carrera consumista. Aunque Griffin es capaz de obtener cualquier cosa que desea, Wells insiste en las dificultades que encuentra consumiendo esos bienes. Si come la comida que ansía, esta le hace temporalmente visible a sus enemigos hasta que su cuerpo puede asimilarlo. Si se pone la ropa que codicia, se vuelve igualmente vulnerable.

El mismo Griffin formula su dilema con precisión: "Me acerqué a las cosas que cualquier hombre reconoce como deseables. Sin duda, la invisibilidad hace posible su adquisición, pero sin duda hace imposible su disfrute cuando las poseo." Aquí Wells se anticipa a las críticas post-marxistas al capitalismo, especialmente las de la Escuela de Franckfurt. El capitalismo puede tener éxito en permitir a los consumidores adquirir los bienes que quieren, pero les impide disfrutarlos. En efecto, mediante la generación de una cantidad infinita de deseos e involucrando a los consumidores en un proceso infinito de procesos de adquisición, la economía de mercado, desde este punto de vista, les condena a una insatisfacción perpetua.

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