sábado, 1 de octubre de 2011

Vida cotidiana en Midhurst

Fuente.

En una de mis novelas llamada El amor y Mr. Lewisham trata de un profesor de educación secundaria, como yo entonces, y en la que describo como ese profesor clavaba en la pared un "esquema" planeado para hacer el máximo uso de su tiempo y sus oportunidades. Yo hice tal esquema, y aún tuve la pedantería de llamarlo así. En cada momento del tiempo yo tenía mi tarea. Nunca tenía que descansar mientras estaba despierto. Semejantes cosas - como mi rechazo a leer novelas y jugar a juegos - no eran la evidencia de una mente intensa y concentrada. Son la evidencia de un agudo sentido de la necesidad de concentrar la falta de atención de mi cerebro. Yo no estaba atacando el mundo con todo mi esfuerzo, sino que estaba haciendo mi desesperada escapada de la tienda y de la calle. Me estaba preparando mucho. Harris y yo dábamos un paseo diario de una hora, y yo insistía en un ritmo de cuatro millas la hora (6,4 km/hora). Durante esos paseos pedestres, hablábamos entre jadeos.


Al principio de este párrafo, el propio autor reconoce que en algunas de sus novelas recoge algunos datos autobiográficos. Entre otras, Tono Bungay y la Máquina del tiempo, y Kipps y su secuela, un musical de teatro reconvertido en película, La mitad de seis peniques, en la que recoge su vida de ayudante de dependiente de comercio. Esto apoya la tesis de su hijo Anthony West del intento de suicidio de su abuelo José Wells, que sería disfrazado de accidente. Releer la entrada "El accidente de José Wells".

Mi casera, la señora Walton, la dueña de la confitería era una mujer pequeña y con mucha energía, querida por todos, con una cara redonda y amistosa, ojos marrones y gafas. Le debo innumerables cosas. Le pagaba doce chelines semanales y ella me alimentaba muy bien. Le gustaba cocinar y le gustaba que su comida fuera devorada. Mis comidas en Midhurst eran las primeras en mi vida que recuerdo con placer. Sus guisos eran maravillosamente buenos y era fabulosa haciendo cuajadas [junket en inglés], custard [según su consistencia, puede ser un flan, una crema bastante líquida o unas natillas. Siempre tiene leche (a veces sustituida por nata líquida) y huevos. El custard más conocido es la crema inglesa (crème anglaise en inglés y francés)], mermelada de arándanos y de moras.


En la entrada llamada Vida cotidiana en la casa del Atlas, vimos que Sara Wells no era muy buena cocinera. En su Experimento de autobiografía, Wells no vuelve a nombrar la comida hasta este apartado 3 del capítulo 4 que estamos viendo, pero se deduce que ni en las dos pañerías en que trabajó, ni en Uppark en las varias estancias cortas que pasó allí, ni en la farmacia del señor Cowap, ni en su primera instancia en Midhurst, en la que se alojó con la familia Byatt, en ninguna comió guisos ni postres tan buenos como en su segunda estancia en Midhurst. Además, para un adolescente varón, la comida es sagrada, y no hay nada como unos buenos y sabrosos estofados y guisos como para alimentar un cuerpo en rápido crecimiento.

Al final de la entrada anterior, jugábamos a psicoanalistas con respecto a los recuerdos que Wells tenía en su ancianidad sobre su segunda estancia en Midhurst y sobre el tiempo atmosférico, y como la memoria es selectiva. Puede que los guisos y postres de la señora Walton fueran tan o más importantes que los días soleados para dejar en la memoria de Wells un recuerdo agradable.

Desgraciadamente, las dichas duran poco en casa del pobre, y durante los diez años siguientes, la comida llega a jugar un factor negativo en la salud de nuestro escritor biografiado. Pasó hambre en la universidad y en los años posteriores, en los que enflaqueció. No fue hasta 1894-95 en que consiguió un cierto éxito como profesor y periodista, y posteriormente, como escritor universalmente conocido y leído. Pero todo llegará a su tiempo.
Forrás.
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Az egyik az én regények nevű Love and Mr. Lewisham egy középiskolai tanár, mint én akkor, és amelyben leírom, mint a tanár ragadt a falhoz a "rendszer" a tervek szerint maximális kihasználása az idejüket, és lehetőségeket. Én egy ilyen rendszert, és még mindig a pedantía annak nevezni. Minden pillanatban volt a dolgom. Soha nem volt a pihenésre, miközben ébren. Ezek a dolgok - mint az én megtagadása olvasni regényeket, és játszani - nem volt bizonyíték egy erős és fókuszált tudat. Van bizonyíték a érzékkel az kell összpontosítani a figyelem hiánya az agyamból. Nem voltam támadó a világ az én erőfeszítést, de én ezzel a kétségbeesett menekülés az üzlet és az utcán. Én készültem sokat. Harris és én a napi séta egy óra, és én ragaszkodott os négy mérföld per óra (6,4 km / h). Ezekben kirándulások gyalog, szólt között kapálózása.
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